martes, 1 de junio de 2010

LA MUERTE DE LA COTORRA Y OTRAS DESGRACIAS



Por Susana Dillon


Cuando llegué a México estaban en lo más caliente de la crisis económica. Cada día subía el dólar y los aztecas apretaban los dientes y cerraban los puños...pero se las aguantaban a lo macho. Los precios no variaban en la misma proporción que nosotros experimentamos,de modo que mis vacaciones salieron casi que de regalo.

Así las cosas, tuve oportunidad de escuchar algunos cuentos que no resisto la tentación de repetir a ver si de algo nos sirve:

-Don Pancho, rico hacendado, volvió a su casa luego de un viaje a la capital para solucionar problemas con los impuestos (allá también azota el IVA). En la estación del ferrocarril lo esperaba su caporal (algo así como el capataz nuestro).

Hubo alguna novedad en mi ausencia?- pregunta don Pancho.

-Ninguna patrón,- contesta el buen hombre, pero luego recuerda:-Ah, salvo que se murió la cotorra.‑

Vaya,- agrega el recién llegado, -Y de qué, se puede saber?‑

-Le hizo mal la carne de caballo, -aclara el caporal muy tieso. Extrañado el patrón vuelve sobre lo dicho- ¿Comió carne de caballo?.‑

-Si patrón,- dice Emiliano, el caporal,-se murió el caballo que Ud. más quería, el pura sangre y alguien le dio un pedazo de carne a la perca.‑

-¿Se murió mi caballo, el mismo alazán tostado?, -se consterna el patrón. -Pero cómo?‑

El empleado lo pone al tanto:-Es que salió espantado cuando el incendio y hubo que pegarle un tiro porque se rompió una pata.-

-¿Incendio?-, brama don Pancho, -Qué incendio?‑

- El de su casa de la hacienda don Pancho, -contesta cabizbajo el caporal

-Se quemó mi casa?.- grita espantado y dando manotazos al mostacho.

- Ardió hasta los cimientos, vea Ud. todo por un cirio que cayó.- ¿Un cirio?-, tiembla don Pancho. sí, uno de los que le pusieron al ataúd de su señora,- y ya soltó un gemido el contricto caporal.

-¡Santo Dios!, -llora don Pancho.- ¿Murió mi esposa?‑

-Sí patrón-, aclara Emiliano,-No pudo resistir la tristeza que le causó saber que Felisa, su única hija de ustedes se fugó con Valente, uno de los peones de la hacienda llevándose todo el dinero, ya que ella ad­ministraba los cheques.

Al oír aquello, don Pancho, charro de los buenos, hombre de ley, mexicano puro y macho en cualquier rodeo, rueda sin sentido.

El caporal, se saca el sombrerón, se rasca la cabeza y meneándola exclama: -Huy, huy, huuyyy! ¡Tanto escándalo por una perica!!!

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Muy bien, resulta que los guapos mexicanos, en medio del desastre económico y penas colindantes, se quedaron contando cuentos

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