lunes, 30 de noviembre de 2009

La diosa del agua y las brujas de la seca






Por Susana Dillon



El porqué la seca nos castiga como una maldición bíblica, es un enigma que dilucidaremos haciéndonos cargo de lo mucho que defendemos a la naturaleza insistiendo en hacer desaparecer  selvas, montes y arbolados con el pensamiento fijo en arrasarlos para hacernos ricos rápidamente con el milagro maldito de la soja o regalando las minas de oro a cielo abierto, así desaparecerán las aguas subterráneas que se utilizan inconscientemente por toda la Cordillera de Los Andes, se enriquecerán las compañías extranjeras, los Gioja y Compañía más los otros que se cobijan en las sociedades anónimas.
Las culturas agrarias con sus diosas, en la antigüedad o los Santos y Santas no bien apareció el cristianismo, también registran su existencia en nuestros antiguos pueblos.
La diosa o dios del agua fue invocada por los indígenas Mayas y Aztecas en Centro América, los cenotes, reservorios de agua dulce en la península de Yucatán, eran considerados sagrados. Allí arrojaban en sacrificio a niños y doncellas para que no faltara el agua en las milpas (sembradíos).
El agua siempre se buscó como elemento principal para fundar pueblos en donde abastecer a la población, pescar y navegar. Han quedado famosos por alimentar grandes civilizaciones: el Nilo, el Éufrates, el Ganges ofrecen sus orillas de ríos históricos.
Desde los egipcios, mesopotamios, romanos, ingleses, porteños, riocuartenses, ahí no más surgieron sobre sus costas.
Don Juan Filloy le dijo al nuestro: " el río es una flauta que se posa sobre los labios de la ciudad", como si fuera un piropo.
Nuestros comechingones edificaron sus " sácate" (pueblos) en donde nunca faltara el agua, por secas que hubiere. Cerca de Achiras (en camino a San Luis) hay vestigios de un asentamiento en un lugar llamado el Pantanillo donde nunca falta el agua y hasta los ingleses lo encontraron útil para abastecer las locomotoras primitivas. También en la linda del sur se encuentran morteros fijos, en las piedras que rodean al "arroyito", muy conocido lugar para acampar que también disfrutaron nuestros antepasados. El lago de Embalse, de vez en cuando arroja a sus orillas utensilios que pertenecen a la cultura comechingona: puntas de flechas, trozos de cerámica, estatuillas que nos hablan de su modo de vivir.
Todo río serrano ha sido atractiva fuente de recursos para desarrollar pueblos, aquí y en todo el mundo.
Las grandes civilizaciones llegaron a construir acueductos para transportar el agua desde sus fuentes a lugares áridos. El Imperio Romano dejó algunos que aún son útiles.
La reina del agua, el ama de la fuente, el genio del río, son leyendas creadas por antiguas culturas, que entendieron nuestros ancestros de este modo los fenómenos naturales, a veces dando vida a seres inanimados y palabras a animales y plantas.
En la antigüedad clásica, Neptuno fue el Dios de las profundidades marinas, los africanos trajeron a Iemanyá, la diosa que seducía a los pescadores y marinos para llevárselos al fondo del mar. Por eso las hijas y madres de los marinos obsequiaban regalos para sus días. Los pueblos costeños de Brasil le prodigan rituales arrojando al mar espejos y maquillaje porque la diosa es coqueta.
Durante milenios el agua fue entendida como fuente de vida, por eso, con agua bendita se nos bautiza.
Al despilfarrarla, al usarla sin control, creyendo que nunca se va a agotar estamos cometiendo a sabiendas, un verdadero atentado contra nosotros mismos.
De aquí en adelante y a consecuencia de la seca padecida es bueno que nos convenzamos que todo bien que se dilapide de, que no se cuide, tendremos que llorarlo más adelante.
Que está seca padecida nos sirva de escarmiento: enseñémosle a los más chiquitos a cuidarla de desde el jardín de infantes. Hay que acostumbrarlos a invocar al agua en las tiernas canciones de la edad más bella:
¡Agua San Marcos,
rey de los charcos!
Para mi triguito,
que está muy bonito, para el girasol,
que ya tiene flor,
para mí maíz
Y para la perdiz.
En caso de inundación acordarse de San Marcos o de San Isidro:
San Isidro labrador quita el agua y pon el sol.
La gente que vive de la tierra sembrando y cosechando, tiene sus rituales como cortar las tormentas bravas haciendo cruces con un facón por el lado que amenazan y arrojar sal gruesa para el lado en que se viene el granizo.
En la Edad Media fueron a parar a las hogueras las mujeres a las que llamaron brujas porque se las culpaba de hacer desaparecer las tormentas en tiempos de seca..
Ahora les llaman brujas los esposos a sus esposas … Y dicen que es por cariño … ¿será?




lunes, 23 de noviembre de 2009

¿Con políticas de estado o apagando incendios?




Por Susana Dillon


Son llamadas políticas de estado aquellas cuyas legislaciones no son producto de males circunstanciales sino que se ponen en marcha aquéllas que preven  problemas que se van insinuando en el presente y que en tiempo y forma se lleven a cabo en el futuro con otros gobiernos que se sucedan democráticamente.
Esas leyes serán dictadas dentro de sus reglamentos luego de analizar los problemas para tratar, discutir sus bondades, efectos y luego dotarlas a conciencia tomando el tiempo necesario para que sirvan a los intereses de la mayoría de sus habitantes y preservando la soberanía nacional, en el presente y el futuro. Por ejemplo: si las provisiones de agua para una determinada población son escasas en la actualidad, hay que legislar la construcción de nuevas reservas hídricas por medio de diques, canales o tuberías. En la actualidad, con secas cada vez más prolongadas ¿se han visto tales obras?.
Sin embargo se están explotando riquezas que han sido entregadas a precio vil a compañías extranjeras, (caso de San Juan con las minas de oro a cielo abierto). A este proyecto ya llevado a cabo sin duda lo llamarán " el oro de los tontos". Será el que se va del país sin que al pueblo le quede una pepita. El clan Gioja es el único beneficiado a parte de los capitales de la Barrik Gold. La cuenca petrolera, fue la primera en privatizarse durante el gobierno del sultán, pero todos hicieron silencio ante " las relaciones carnales con nuestro primo rico del norte".
Las tierras patagónicas, paraísos para magnates extranjeros, cedidas en condiciones desventajosas, regaladas con sus aguas y su gente nativa como el caso Benetton y sus compras fabulosas.
En esta región venturosa, cuya población se incrementa día a día, hemos aceptado que nuestros mandatarios distrajeran millones en obras faraónicas tal el caso de los azudes y su correspondiente casino, nadie previó la construcción de otro dique ¿o traerán el agua del Paraná con mangueras?.
Se deslumbraron con los juegos y deportes náuticos. ¿Qué les decimos a los cráneos que gestaron tamaño disparate con el cuento que eran para contrarrestar las crecidas de nuestro caprichoso río? Aquí cerquita, en Achiras se construyeron dos represas que se están muriendo de risa, ni siquiera se han inaugurado, ni se han pagado a sus ex propietarios las hectáreas que se deben al expropiarlas, ¿pero qué beneficios reportan hasta aquí?.
El espectáculo que brinda el casino en frente del soñado Espejo de agua serviría para deportes náuticos según el Ministro Ingeniero internalizó y propagó entre la población de menores recursos como los jefes y jefas de hogar, y entre jubilados el juego, con sus descalabros económicos que ya se han estudiado por especialistas. Habría que publicar las ganancias de sus propietarios y lo que queda en beneficio público. ¿quién es el responsable de tan portentoso negocio?.
Se ha levantado torres que miran al cielo, pero no se pueden conectar a las cloacas porque no se previeron sus capacidades.
Los desagües del sur quedaron en el olvido, pero nos regocijamos con las aguas danzantes de la plaza, las tres cuadras de la peatonal y una plaza agiornada a la que queremos tanto que no le permitimos a un peruano que se tomara una cerveza por portación de cara, además de llevarlo a patadas a la Central de Policía y otros abusos que nos avergüenzan.
Nos pasa como a los nuevos ricos que se despepitan por mostrar lo que brilla, pero dejamos que se chapalee en el barro a la gente sin desagües. Recuerdo a las distintas tanas que para estos casos tenían el refrán: "Per arriba lissu-lissu e per abaco merdu, pishu".
Las políticas de estado son las que no pueden interrumpirse porque les toque continuarlas los que pertenecen a otros partidos. Así se han dejado de lado o arrojadas al canasto como ha ocurrido muchas veces.
Nuestros gobernantes se la pasan apagando incendios, reventando lo mal hecho, fantaseando con iniciativas inútiles como la de instalar los juegos de azar, nueva enfermedad que antes se llamaba vicio.
Nos hemos salvado por un pelo del Tren Bala. A ver si nuestros legisladores tan mansos a la hora de cambiar súbitamente el voto se acuerdan de los que estamos observando y que su actuación se merece escrache.
De sobra hemos comprobado la seducción de la chequera que convierte a los legisladores en una vulgar " Donna e móvile, cuál piuma al Vento" donde su voto, de ninguna manera nos representa sino que se equipara al de nuestros pobrecitos jefes y jefas afiliados a la eterna dádiva.



martes, 10 de noviembre de 2009

Río Cuarto, Portal De La Trapalanda




Por Susana Dillon

Revolviendo las notas dejadas por don Livio Cónsole, respetado periodista de otros tiempos, he encontrado una página en que nuestro sabio y ameno antecesor nos cuenta de esa Trapalanda que él estudió conforme iban sumándose historias con un pié de leyenda que se remontaban al año 1528

Don Livio argumentaba que esta villa fue el portal de la Trapalanda, fabuloso país de riquezas extraordinarias, por donde se iba (sabe Dios por cuales rutas) a la Ciudad de los Césares a la que los conquistadores trataron vanamente de encontrar, para hacerse ricos de una buena vez. De ese modo podían volver a España, no sólo pisando fuerte, sino exhibiendo riqueza y aquello que más los ufanaba: honra, fama y nombradía.
El tema histórico no dejó pluma quieta y las grandes rotativas trabajaron febriles para aventar la historia. La Nación, La Prensa, La Voz del Interior, La Capital de Rosario y otros periódicos de fuste se dieron cita para publicar el asunto que como leyenda nos puso en primera plana, pero que en siglos permaneció en el misterio.
Don Juan Filloy tampoco mezquinó tinta en cuanto a menear el tema y fue en "Urumpta" donde dejó que su vigorosa imaginación persiguiera el origen de esta Trapalanda que lo atrapó en su hechizo para legarnos páginas memorables en defensa de nuestro aborígenes: "-Leyendas, leyendas... Descalabradas, rendidas por el fracaso, volvieron todas las expediciones que fueron en pos de presuntos El Dorado de la Trapalanda, pasaron por el Soco-Soco de ida y vuelta...".

Según Aníbal Montes, arqueólogo e historiador, allá por los años 1529 a 1573 sostiene que existieron circunstancias que hicieron circular los habitantes del valle del Conlara y los de la región de Chocancharaba que ya sabemos quería decir (cacique Chocán), en que nuestros primeros habitantes mandaron en forma muy diplomática a los fastidiosos españoles "más al sur, siempre más al sur", para sacárselos de encima. Tanto Chocán como Yungulo, el cacique del valle del Conlarafueron los primeros en advertir las intenciones de los indeseados visitantes. Así que optaron por dar respuestas muy astutas ante la insistencia en preguntar dónde estaba el oro, respondieron -¿Oro? - Sí, pero más al sur. Se largaron hasta la Patagonia y pasaron a Chile con el mismo cuento. Por estos datos las ciudades se buscaron durante siglos en pos de la riqueza rápida y fácil.
Tantos fueron los buscadores de la mítica Trapalanda o la Ciudad de los Césares o el país de Lin-Lin(otro cacique) con resultados negativos, que si bien no dieron ni con una mísera pepita de oro, se conocieron caminos, se confeccionaron mapas, se levantaron pueblos.
Según don Livio, esta verdadera pasión por descubrir la maravillosa ciudad duró hasta el siglo XVIII, sin embargo, la entrada o portal seguía siendo la Villa de Río Cuarto, una población mísera, sacudida por malones, lugar de paso, fortín visitado por gente de toda laya, descanso y recreo de carreteros, posta y fogón, camándula de pillos y rufianes. Levantada tantas veces como fue destruída, centro neurálgico y geográfico que se iba formando en la encrucijada de caminos abiertos a todos los vientos, donde alguna vez don Carlos Mastrángelo llamó tras muchos estudios "La capital del cuento argentino".
¿Sería predestinación o será que desde el vamos nos gustó contar las cosas más grandes de los que son o nos complacemos con fanfarronadas que se quedan para siempre?
Se critica a los habitantes de esta villa de ser veleidosos, agrandados, amigos de lucirse en la vidriera, darse corte, contar grandezas, jactarse de tener amigos influyentes, creerse que se está en la cresta de la ola... El hecho de gloriarse de ser del Imperio, ya denota que les gusta la bambolla[1].
A menudo, en charlas amigables, alguien me cuenta que desciende de algún cacique ranquel y si es dama, que su abuela fue princesa pampa. Nadie, todavía me ha contado que sus antepasados fueron indios rasos, sin jinetas, no señor, acá todos son caciques y nadie se achica, faltaba más. Y si hay miseria que nos se note (consigna inventada por nuestra gente).

Para eso nos estudió don Carlos Mastrángelo, que supo como nadie encontrar los mejores cuentos. Venimos de muy lejos con esa maña: desde Yungulo y Chocancharaba dos tipos indios que nos dieron ejemplo para que tengamos lejos al enemigo: los tuvieron como 300 años dando vueltas tras un cuento.
Somos gente descendiente de seres con imaginación portentosa. Venimos de inventar ciudades fantásticas de techos de oro y calles de adoquines de plata, donde la mujer de la guadaña no tenía trabajo porque se vivía en perpetua juventud y salud. Ahora, nadie dijo que se viviera en permanente jolgorio. A esto lo inventaron los nuevos trapalandones[2].

[1] - Bambolla: más apariencia que realidad.
[2] - Trapalandones: Según el poeta Osvaldo Guevara son los habitantes de la Trapalanda y parece que a esta palabra la encontramos en Don Quijote de la Mancha dicha por Miguel De Cervantes. (Otro que sabía cuentos a granel).

domingo, 1 de noviembre de 2009

Lo Que Costó La Fundación De Córdoba




Por Susana Dillon


Al analizar las fechas en que fueron empadronados los comechingones no bien descubiertos por Jerónimo Luís de Cabrera que venía del Norte a fundar ciudades, nos damos cuenta que a partir del año 1600 se acaban los datos de los censos, no porque se hubiese suspendido esa labor de estadística sino porque los indios habían desaparecido, los habían exterminado y aquellos que huyeron hacia lo más oculto de las sierras, permanecieron conservando sus vidas pero perdieron su cultura, su trabajo comunitario en los ayllus, su idiomas y sus cultos, es decir se aculturizaron, desmembrándose de sus sacate.
La riqueza que encontraron que eran precisamente esos primitivos pobladores, pronto se dilapidó, sin tener en cuenta que se quedaron sin mano de obra para construir las iglesias, conventos, cabildos, casas solariegas, estancias y obrajes.
Por ese motivo tuvieron que entrar en el vil negocio de la esclavitud que se había prohibido en Europa pero que se instaló en América con el beneplácito de la Iglesia que también la adoptó para sus construcciones y vida social. El esclavo negro suplantó al indio, de allí que se iniciara este nuevo flagelo para estos desdichados venidos del África.
La ciudad de Córdoba, sus soberbias Catedrales, sus suntuosos templos, sus casas solariegas, su cabildo están edificados sobre los despojos y la sangre de los nueve pueblos de las inmediaciones, entre ellos Quilino, San Jacinto, Soto, PichanasNono, La Toma, Cosquín y San Martín de Nonsacate. Con el paso del tiempo y siendo Sobre Monte Gobernador Intendente de Córdoba, volvió a mandar otro censo y en poco más de 200 años sólo anotaron 531 aborígenes.
Según nuestro historiador Miguel Ángel Gutiérrez, que conoce a los serranos, de la región de Achiras, porque fue durante 37 años maestro rural, colgado de las sierras, dice que los actuales pobladores nativos conservan las mismas características físicas y costumbres de los comechingones, descriptos por los colonizadores españoles, agregando que son personas retraídas, de pocas palabras, con una notable resistencia física al clima duro de las altas sierras, a las que se han adaptado durante centurias.
Hay un trabajo muy interesante de la Dra. Beatriz Bixio, titulado "Los pueblos indígenas de Córdoba en el siglo XVII. Desnaturalizaciones étnicas y derecho a la tierra", editado en la revista "Memoria del Primer Congreso de Culturas Originarias", 11, 12 y 13 de Oct. de 2005, Cba. Pág. 17 que expresa: "y paralelamente a este proceso de caída rápida y abrupta demográfica, encontramos que esta ciudad de Córdoba, que en sus orígenes no fue más que un fuerte donde habitaban aproximadamente cien españoles, en ese mismo período sufrió un proceso de mejoramiento enriqueciéndose de modo tal que incorporase rápidamente sus vecinos feudatarios al tráfico comercial interregional, al vida política y a la vida económica".
"Pueden, hasta el punto que Córdoba, a fines del siglo XVII ser una de las ciudades más florecientes del interior".
"Este es el período menos conocido que hay, porque hay menos investigaciones en relación a este tema. El pronto enriquecimiento trajo el asombro y el repudio de los funcionarios superiores venidos desde el Alto Perú (especialmente de la Audiencia de Charcas) que comprobaron los excesos cometidos con los indígenas por el sistema de las encomiendas a la que se unía el despojo de las tierras adjudicadas a los naturales para su subsistencia".
Con este sistema, los que se hacían propietarios de tierras por medio de la expropiación ilegal pasaban a tener derechos económicos y políticos, pasando a participar de cargos en el cabildo, por lo tanto ascendidos en su condición social. La posesión de las tierras no sólo dio rindes económicos, sino participación en el poder y ascenso en la escala social.
A todo esto, la corona española hizo la vista gorda, pues la despoblación no coincidía con las leyes de protección al indígena al que se le debía alimentar, proteger la salud, instruirlo en la doctrina cristiana y darle descanso.
El encomendado debía trabajar de sol a sol todos los días del año, sin domingos ni feriados, eran por lo tanto esclavos, sin ningún derecho. Apartados de su familia y del ayllu.
Jerónimo Luís de Cabrera en esto daba el ejemplo, tenía más de 200 indios esclavos encomendados en su estancia.
Los oidores de Charcas, anotaron en sus informes que se sintieron horrorizados por el resultado del trato: la desaparición de esta etnia.
Los jesuitas, tratando el mismo tema lo resumieron de esta manera desde la misma Córdoba: "Los indios en esta ciudad trabajaron más que los israelitas en Egipto".
Lorenzo Suárez de Figueroa en 1571 encontró en la región aledaña a Córdoba 30.000 indios cuando los censaba para encomendarlos en la construcción de la futura ciudad, ya lo hemos consignado, en 200 años no quedaban más que 531 y es útil recordar estas cifras para no seguir levantando monumentos a los invasores que venían con el objetivo de fundar ciudades para aniquilar luego a sus constructores.
Tanto los templos como los palacios y las casas de los españoles se ornamentaron con lo que luego se llamó "el arte mestizo" en que trabajaron también nuestros comechingones: tallas de imágenes esculpidas en maderas finas, muebles, altares, sillería, frentes esculpidos en piedra, columnas con riquísimos decorados, púlpitos recamados y recubiertos de láminas de oro, fueron también tallados por nuestros primitivos habitantes que aprendieron de los profesionales venidos de España a embellecer los lugares en que iban a residir. También trabajaron en el arte de la pintura. Hay millares de obras religiosas esparcidas por toda América realizada por pintores nativos que se agruparon en las grandes capitales americanas. Así surgieron obras maravillosas de las Escuelas Cuzqueñas, limeñas, potosinas y también las nuestras, durante la época colonial. Sin embargo esas telas valiosas no llevan la firma de su autor por ser indio. Se les estaba prohibido.
El acelerado crecimiento de nuestra capital y la abundancia de suntuosos templos y edificios oficiales se debe a la sangre y el sudor de los 30.000 indios de su entorno.