Por Susana Dillon
En sus últimas apariciones frente a los micrófonos,
nuestra presidenta ha tomado un nuevo giro en sus discursos: le ha pedido a la
audiencia con vehemencia e histrionismo un ingrediente que a quienes han vivido
mucho y estudiado concienzudamente el significado de la palabra fanático, nos
ponen en guardia.
Dice el diccionario: fanático:- "el que defiende con
terquedad y apasionamiento creencias religiosas o políticas, o de otra índole,
no tampoco serias como el fut-bol o el cine, preocupado o entusiasmado hasta
llegar al extremo de usar temperamentos violentos"... Y trasladado al
escenario histórico, nos encontramos con que los sangrientos dictadores del
siglo pasado hicieron de sus súbditos fanáticos seguidores de doctrinas
totalitarias, a las que se las llamó "el pensamiento único".
Mussolini se apropió de palabras escritas en el Nuevo
Testamento- "El que no está conmigo, está contra mí" (chi écon noi, é
contra di noi) que desataron con estas palabras, junto a Hitler, el mas grande
genocidio de occidente durante el siglo XX.
Y siguiendo todavía en lo más profundo, nos encontramos
que en todas las acepciones del término fanatismo es algo que elimina el
razonamiento, la equidad y la sensatez. Fueron fanáticos los credos que
derramaron sangre para imponerse. Volvamos a las cruzadas, las ocho que
existieron con el objetivo de recuperar el Santo Sepulcro de Cristo, en poder
de los sarracenos, en un espacio de tiempo que va desde 1096 a 1270, sin mayor
éxito, ya que al final quedó en poder del estado de Israel y los ingleses, y
fueron aquellos años en que el fanatismo religioso derramó la sangre europea a
raudales. Pocos volvieron de la empresa, se perdieron reinos y millones de vidas,
se trajeron enfermedades, una de las mas sufridas: la sífilis. De aquellos tiempos se recuerda vagamente a
San Luis Rey de Francia, que desembarcó en Túnez con su ejército, pero allí lo
encontró la muerte, a él y los suyos, vestida de la gran peste y ya nadie se
atrevió a seguir con mas cruzadas, quedando la Tierra Santa en poder de los
musulmanes, tan fanáticos como los cristianos.
Ahora, quienes quieren visitar estos lugares sagrados, lo
hacen bajo bandera Israelita, sobre tierra Palestina. Solo cuando los pueblos
contendientes se avinieron a pactar enfriadas las ideologías sangrientas, se
obtuvo la paz y la libertad de visitar, los violentos y fanáticos debieron
poder visitar el lugar sagrado. Esta vez sin armas ni fanatismos.
De aquellos tiempos queda la historia de reyes que
abandonaron sus reinos, como Ricardo Corazón de León, por ir a pelear con
enemigos irreconciliables, miserias y millones de muertos.
Más cerca en el tiempo, otro fanatismo, esta vez el
ideológico y político que costaron a Europa otro millonario baño de sangre.
Fueron las dos guerras mundiales, fruto del fanatismo de sus dictadores: en la
Alemania Nazi y en la Italia Fascista, cuyo saldo sobrepasó los 11.000.000 de
muertos,
Según lo calculado al finalizar la 2a. guerra.
Cuando Eva Perón se estaba muriendo, una de sus grandes
preocupaciones fue la de alertar a sus queridos descamisados y a sus grasitas
sobre muy posibles levantamientos militares. Con la voz quebrada por su cercano
fin recomendó a las mujeres el ser fanáticas seguidoras de Perón y hasta armó a
la CGT.
Pero aquella sufrida y exhausta mujer que se quemó en su
propio fuego, dada su juventud y su falta de experiencia, no pudo medir el
significado de lo que les estaba pidiendo a las mujeres que recién aprendían a
votar.