martes, 17 de abril de 2012

La sangrienta historia del oro



Por Susana Dillon

Si nos remontamos a la oscuridad de los tiempos en que la raza humana comenzó a poblar el planeta, donde se agruparon según la geografía que ocuparon en el abrigo de las cuevas o en la humedad de las aldeas lacustres (los palafitos) donde tenían cerca la pesca y ya se les habían raleado los animales de caza, los hombres comenzaron a guardar lo que les sobraba y desde allí se empezaron a juntar para formar "el capitalismo", que empezó a separar al que "tuvo" y al que no "tuvo".
En estas andanzas, que duraron millones de años, descubrió y trabajó los metales, ideó una manera de reemplazar las toscas piedras en armas para combatir a los que se acercaban a competir por lo que había. El hierro fue bueno para las primeras armas: cuchillos y lanzas, pero milagrosamente descubrió las pepitas de oro que sacaba de las arenas fluviales.
Fundidas y trabajadas formaron los primeros adornos que le daban importancia entre los de su tribu. Con el oro comenzaron a hacer negocios. Hasta se podían comprar una mujer, cosa que no todos tenían. El oro les despertó una pasión hasta entonces desconocida: la codicia. El obtenerlo fue  tan problemático como el conservar a la mujer, que para que no lo inquietara demasiado, siempre buscó tenerla a su servicio. Se sintió superior a ella que era mas menuda, mas débil, pero no mas callada.
De allí para adelante, decir oro, era decir saqueo, invasión, guerra, como la primera cosa que se nos ocurre, porque está sobre-entendido que el oro es el origen de las invasiones, las guerras, los sometimientos por  la fuerza. Quienes lo poseyeron, primero lo usaron para honrar a sus dioses y segundo, para lucirlo como emblema de riqueza y poder.
El descubrimiento de América dio lugar a la excusa del porqué venían: escribieron en serios contratos que venían enseñar el catecismo a los descubiertos, y a hacerlos vasallos de desconocidos reyes, pero en realidad vinieron a buscar las especies que eran tan o mas caras que el oro. Cuando no lo encontraron, se apropiaron de las mujeres, convirtiéndolas en "monedas de cambio". Tantos jabalíes por una joven o tantos peces por una adulta que trabajara de sol a sol y fuera amable en la cama.
La historia de la humanidad está narrada en las guerras que se desataron para obtener el oro y las mujeres fértiles, necesitaban poblar el edén recién encontrado. Las mujeres fueron convertidas en esclavas y sus compañeros en cadáveres. "el indio bueno, es el indio muerto" rezó el refrán.
El hierro lo buscaron en España para fabricar espadas y cañones, al oro lo descubrieron en América cuando entraron en los templos destinados a la adoración del sol. El oro fue el premio que se dieron luego del saqueo y las matanzas multitudinarias.
El obtener el rubio metal, fue tarea ímproba, había que conseguir esclavos que se lo arrancaran en los socavones. Millones de indios fueron aniquilados para obtenerlo, así fue como llegaron millones de africanos para sacarlo de las montañas, ambas razas perecieron para que se lucieran y ostentaran alhajas y se robusteciera el poder.
La historia de la humanidad es una sucesión de guerras, de saqueos, de arrebatar continentes y naciones para hacerse de mas esclavos para seguir la loca carrera de tener mas y mas oro y poder.
La revolución industrial afirmó el capitalismo salvaje, (que nunca dejó de considerarse el colmo de la felicidad).
Se terminó el tiempo de los esclavos tratados a latigazos y blasfemias, los métodos para obtener los metales preciosos que sostienen guerras y el oro que se apila en las lóbregas bóvedas de Fort- Nox o en cualquier banco de suiza o de cualquier isla lejana donde los que se enriquecen de golpe y sin escrúpulos llevan sus cuentas secretas o los cínicos billetes que los representan, singularmente mal habidos.
Ahora ya no conviene la explotación en los socavones, con picos palas y vagones que transportan el metal en bruto, ahora se obtienen mayores ganancias a cielo abierto, a fuerza de dinamita y cianuro de a toneladas donde se utilizan las reservas de agua que contienen los glaciares, riqueza que se derrocha para terminar con las reservas hídricas del planeta, que ya no servirá para el consumo humano y para los regadíos de las provincias que tienen la maldición de poseer oro.
En San Juan la familia de los muchos Gioja, calla las voces de los advertidos que reclaman agua para los servicios públicos, las necesidades humanas y las de la agricultura, los viñedos y las quintas ante la arremetida de la Barrick Gold ante el espectáculo del dique que surte a su capital, cada vez que el nivel baja, gracias a la depredación de los piratas canadienses, de oscura y tremenda mala fama dentro de la comunidad minera internacional... Y el precio de este sistema es mas costoso que las vidas que cuesta, disimuladas en empleos ralos y mezquinos que no son otra cosa que cartón pintado para confundir a los tontos.
Nos quitan el agua y se llevan el oro, sigue el milenario saqueo de los que luego se abulonan en el senado, como Menem, para no caer en juicios  porque estas aves de rapiña primero se hacen las leyes a su gusto y luego se  eternizan levantando la mano y calentando  su banca. En tanto los capitales piratas siguen cooptando codiciosos, tal como en los tiempos de la conquista hispana.
El saqueo continúa, hasta nuestros representantes votan el despojo.
Que lo vea el pueblo cuando lo llamen sonrientes a votar.
Ciudadano: cuide el agua, en el cercano futuro será mas cara que el oro. ¿porque será que los Gioja se compran residencias en el exterior?