viernes, 20 de julio de 2012

SE NOS FUE REX GONZALEZ, NUESTRO INDIANA JONES


Había nacido en Pergamino, pocos antes que yo, hijo de pioneros que hicieron fortuna con uno de aquellos boliches de campo de principios del siglo XX, que trajeron , como Ambrosio Olmos , los molinos, los alambrados, los malacates y las aguadas para los campos de "dos pisos", como dicen en  la pampa bonaerense a sus mejores lotes de tierras fértiles.
Lo conocimos y supimos de su vida, los que nos apasionamos por saber del destino de los pueblos originarios.
El padre  lo quiso médico, así, a su tiempo, le trajo el diploma diciéndole en medio de la fiesta de graduación: aquí tenés el título, ahora voy a estudiar lo que a mí me gusta, la arqueología y la antropología.
El chico, buen mozo y andariego, se fue a Norte América , a la Universidad de Columbia y se zambulló en las cuadrículas de los yacimientos de los tesoros de las razas  extinguidas por los que siempre asesinaron con el cuento de darnos civilización y progreso…  y se dio  otro gusto: hizo la tesis en Egipto, patria indiscutida de la aventura de desenterrar el pasado fabuloso.
Por aquí nomás, se recorrió el Intihuasi y sus alrededores, se metió a escarbar hasta encontrar el Ayampitín en las Sierras Grandes y no quedó huaca sin ser descubierta y estudiada.  Después desentrañó las culturas que se desmembraron de los Diaguitas y se lanzó a los grandes centros arqueológicos de Incas, Mayas y Aztecas.
Desde el vamos anduvo desenterrando tiestos, huesos, vasijas sagradas, huacas, ponchos, prendas, poblaciones y joyas de pasados esplendores, tal como el Indiana Jones del mejor cine de aventuras, develando misterios y afrontando peligros, pero sin el látigo de la justicia, ni  mas armas que los pinceles y las cucharas.
Reconoció la obra de sus antecesores Adán Quiroga y Aníbal Montes, al que le conquistó la hija, también arqueóloga, siendo su compañera de vida y descubrimientos haciendo grande la familia de científicos.
Con sus alumnos y seguidores recorrió los caminos de la América arcaica esa que fue quemada por herejes según la perfidia de los que vinieron a llevarse el oro de la codicia y las violaciones,  sino que además arrojaron al fuego los códices mayas y aztecas con la historia, las ciencias y las artes del pasado indiano.
Alberto Rex González ha dejado sus huellas de hombre de ciencia recibiendo el reconocimiento de los claustros universitarios. Museos diseñados por él mismo, en todos los lugares de descubrimientos. Quien los ha visitado, ha seguido sus pisadas y  ha podido gozar de sus trabajos no solo de búsqueda y descubrimiento, también se ha abocado a la reparación y lucimiento del objeto descubierto. Rescató aldeas y palacios, objetos domésticos y de culto, para registrarlos en publicaciones, y lanzarlos al mundo y a los centros superiores de repercusión mundial.
Su trayectoria académica es valorada en los ámbitos de las antiguas culturas, pero pocos saben de su atracción por el arte vecino a la arqueología. Enseñó donde fue, escarbó y encontró novedades dentro de lo antiguo. Se pasó la vida develando misterios y encontrando tesoros de toda índole no quedándose con ninguna pieza, por seductora que fuera. Todo lo restituyó a los pueblos originarios. Devolvió los huesos de los últimos caciques y sus familias que escaparon a la conquista del desierto, pero que estuvieron en los anaqueles del Museo de La Plata, convertido en campo de concentración donde allí murieron de tristeza y malos tratos. Pero todavía hay mas infamia: muchos restos de Mapuches y Tehuelches fueron enviados al Tercer Reich en épocas de Hitler, para ser exhibidos como "razas inferiores" en los ámbitos científicos alemanes de esa época.
Y no puedo callar ese último despojo: Rex González lo denunció en un libro que firmó con sus alumnos de toda la vida:"identificación y restitución de los restos humanos en el Museo de La Plata- 2008" cuyo prólogo firma y se me ocurre reproducirlo a modo de homenaje a su obra. Aquí va.


PRÓLOGO
La ciencia cumple distintos objetivos. Su cometido esencial es aclarar el conocimiento del mundo natural o social, a veces tocando ambos aspectos simultáneamente.
La importante labor científica de la agrupación GUIAS ha sido la de aplicar sus conocimientos a los restos esqueletales depositados en la sección antropología biológica del Museo de La Plata determinando al mismo tiempo la existencia de heridas de traumatismo que a menudo fueron la causa de muerte.
Recuperando este aspecto del quehacer científico nos resta la aclaración histórica de quiénes fueron los causantes de los mismos. Si podernos determinar este último aspecto no es posible entonces eludir la referencia a la sanción histórica de la mano asesina que cometió tal delito de lesa 'humanidad que no puede reconocer ninguna justificación.
El acto de poner en relieve e identificar a quienes lo cometieron es así una obligación no sólo de carácter científico e histórico sino ético así como un mérito a la inquietud de quienes realizan esta tarea identificatoria.
También resulta de interés tratar de individualizar a quienes fueron los autores de la inscripción de símbolos ideológicos que justifican la muerte y el genocidio como las cruces esvásticas encontradas en algunos de los recipientes que contenían los restos esqueléticos y cuya presencia en esos sitios no tiene justificación ni explicación alguna como la que no sea convalidar el genocidio tal como lo sostenían las doctrinas racistas del Tercer Reich.
Es muy difícil que podamos establecer con exactitud la identidad de quienes fueron los autores de esas inscripciones pero no deja de ser claro que parecerían justificar las conclusiones criminales de los ejecutores de las lesiones que presentan los restos estudiados por el grupo GUIAS y que quizá en algún momento después de conocer su existencia concreta por este estudio podamos llegar a la identificación de quienes ideológicamente justificaban la aberración de los crímenes cometidos.
Es fundamental entonces que conozcamos la identidad de quienes fueron los ejecutores de esa ignominia, cuyos nombres en algunos casos quedaron sumergidos sólo en relatos burocráticos sin sanción alguna. Es menester que la historia de nuestras disciplinas conozca los hechos reales para que se aplique el juicio histórico merecido a sus protagonistas.
Alberto Rex González

"Bourdieu califica de ejemplar la estrategia desplegada por H. Haacke para recuperar un espacio para la palabra crítica:
Producir obras de denuncia claras y provocadoras, que hacen reaccionar a la prensa y suscitan esfuerzos de destrucción de la obra por parte de aquellos que no pueden soportarla, haciendo así mucho ruido, y volviendo accesible el mensaje a los que no pertenecen al campo"
Ana Teresa Martinez.
"Pierre Bourdieu, Razones y lecciones de una práctica sociológica"

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