lunes, 27 de junio de 2011

Supersticiones heredadas



Por Susana Dillon


Ya hemos hablado del gualicho o hualichu que es un embrujamiento que tiene su origen en la cultura mapuche-ranquel. Ese mal atacaba a la gente entrando por los agujeros del cuerpo sobre todo en días de viento con remolinos. Toda enfermedad, accidente o malandanza era atribuida a este espíritu maligno y no al diablo, que rondaba en las tolderías provocando verdaderos estragos. También entraban en sus daños los males derivados de estados de ánimo y muy especialmente las penas de amor.
Fueron gualicho las viruelas, la tuberculosis, la fiebre de malta, epidemias traídas por los blancos. Queda memoria que, durante la campaña del desierto, se llevaba a las tolderías la ropa de los blancos que en los poblados se morían de viruelas para provocarles el contagio. De esta manera la guerra bacteriológica inventada por las fuerzas de Roca pudo exterminar más aborígenes que el rémington.
El gaucho, hijo de india y blanco heredó esta creencia por la boca de su madre que fue la que conservó la memoria colectiva, usos, costumbres y creencias que con el tiempo se convertirían en parte de nuestro folklore. Para los indios el amor era una especie de enfermedad, una inquietud, un malestar que se curaba con la asistencia de la machi, que hacía los conjuros para el caso.
Es tradición todavía, entre la gente nativa "echar gualichos" en la comida o en el mate, consistentes en jugos de plantas, hierbas, polvos de animales tales como sapos, ranas, murciélagos o lagartijas previamente disecados y luego machacados. Si estos sufridos animalitos provenían de un cementerio eran todavía más eficaces y valiosos.
Esta superstición está aún viva en las culturas del interior y sobre todo en el sur, de neta raíz mapuche.
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Otra superstición muy arraigada entre nuestros paisanos es la influencia de la luna sobre todo cuando las personas se duermen bajo su luz o se cuelan sus rayos a través de las ventanas del dormitorio, preferentemente si los que reciben su luz son niños.
Se atribuye a su influencia el que los chicos se levanten "alunados", llorones, disconformes o caprichosos. A la mañana, se la pasan mirando el cielo, como atontados. Otra culpa que se le echa a la luna es el que la persona padezca de sonambulismo o de insomnio. Para los alunados, las abuelas tienen un remedio heroico: darles una buena lavada de cara con agua fría del pozo, no mezquinando tampoco "jabón sin pecar" , que es aquel que todavía no ha sido usado.
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En las culturas nativas también está viva la creencia de quien dura mucho tiempo en agonía soportando crueles dolores, debe ser ayudado por el  "despenador", personaje tenebroso que se llega al lecho del moribundo, a pedido de los familiares para que "despene" al agonizante. El comedido no derrama sangre ni hace ningún acto violento: reza, canta susurrando al oído del que sufre durante toda la noche, hasta que el moribundo "se corta", generalmente con las primeras luces del amanecer.
Luego, se completa la ceremonia, acompañando al muerto al cementerio entre oraciones y colocando en el sepulcro un ramo de ruda. Esto, explican, es para que los enterrados no salgan de sus tumbas como almas en pena. La ruda también es usada, posiblemente por su olor penetrante en las casas de los deudos para protegerlos de gualichos, envidiosos y ladrones. Para conjurar las andanzas de espíritus que regresan al mundo de los vivos o almas que no tienen paz por no haber sido sepultadas en campo santo, se pide el concurso del "nombrador", otro personaje al que se le atribuyen poderes de comunicación con el más allá.
En la noche tenebrosa, cuando los espíritus salen a recordar a los vivos su existencia, el "nombrador" sale al campo y los nombra por sus nombres tantas veces hasta que desaparecen .
Un halo de misterio cubre estas costumbres y cultos, derivados del respeto y recuerdo hacia los antepasados. Hay quien descree y se burla de tales consejas y habladurías. Pero no arriesga negarlas totalmente, porque como se dice de las brujas, que si las hay... Las hay.

miércoles, 8 de junio de 2011

La basura, Graciela, Ocaña y el futuro



Por Susana Dillon


A Graciela Ocaña la tenemos en cuenta por su paso en uno de los ”agujeros negros” que tiene el país, allá donde no  se sabía donde  iban a parar lo que entraba de los impuestos, el PAMI y era el mas insondable misterio el como se hacía la distribución de lo que atesoraba la benemérita institución. Garras famosas se quedaron con fortunas que se dilapidaban en Nueva  York bajo la mirada complaciente de Alderete y de otros encumbrados de los años dorados  del sultán. Todos sabemos quienes son y por donde andan

De aquel agujero negro que fue el Pami, le llegó la hora de su redención, la nombra el Pte. Kirchner, para que haga limpieza y no solamente la hizo y barrió  con los delincuentes, sino que fue prolija en ordenarlo.

Se destaparon ollas de olor nauseabundo y la institución  destruida en épocas de saqueos, comenzó a funcionar con otra atmósfera. A Ocaña, aún sin terminar su misión la mandaron a otros lugares  para que no se tomara las cosas tan a pecho.

Hace días  la vi por TV, con su aspecto de mujer sencilla, casi doméstica, de discurso fácil y muy moderado, casi inocente explicar su nuevo posible destino que viene a resultar otra  manera de agarrar al toro por los cuernos:
La BASURA, en la que andamos atrasados más de medio siglo.

Graciela Ocaña  nos engaña con su aspecto  de modesta ama de casa, que explica cosas terribles  con infinita paciencia, casi tanto como una maestra de jardín de infantes a sus párvulos.

Ella hace el diagnóstico, investiga a fondo el desastre y con seriedad monacal diseña tácticas de abordaje en un tema en el que nadie quiso meterse sino María Julia Alsogaray que pretendió limpiar el Riachuelo y salió revolcada en fango. Por otra parte ha quedado demostrado  que no tenemos, en todo lo público  hábitos de limpieza y menos en ciudades populosas salvo contados ejemplos, Rosario y algunas ciudades santafesinas .  El tema “manos limpias” para nuestros hombres y ahora damas públicas, es nota en que siempre aplazamos.

La reina del Plata, con darle unas pocas vueltas y algo de atención, salteándonos villas y barrios alejados, la veríamos  para exclamar:¡ Somos sucios sin remedio¡

Se me hace que doña Graciela  ha encontrado espejos donde mirar esta iniciativa, sin duda  el Brasil, pueda darnos un ejemplo. Quien no ha viajado  en grandes transatlánticos ni en soberbios jets, sabe de ómnibus impecables, de terminales  o rodoviarias  con baños siempre limpios, con  gente que cuida la  limpieza de calles, llevando siempre en el automóvil una pala y escoba  para  cargar en el baúl la basura que luego de  haber limpiado su municipio, algún descuidado sembró. Los hemos visto en ciudades limítrofes.

Nuestras amas de casa son capaces de hasta encerar sus veredas, pero al montón de hojas o pedregullo que logran, se lo deja, justo en el límite  de su propiedad, a la vecina, y también he visto la escena correspondiente, cuando la vecina la espía por la ventana.

Y ahora que ya estamos con la basura hasta nuestras narices, es de aplaudir el emprendimiento de Graciela Ocaña y que la dejen hacer, porque en este país de novela, al que se mete a redentor, lo terminan crucificando, cosa que,  está visto, no se acobardó al enfrentar al Zar de los camioneros, ni al que falsificó los medicamentos, Zanola. Ojalá le pueda hacer brillar la corona a la Reina del Plata!….De paso, todos aprendemos.