martes, 28 de septiembre de 2010

Humberto Jesús, -¿otra vez sopa?-


Por Susana Dillon

La buena estrella del ex-hombre clave del otrora sultán que capitaneaba la gavilla de repartir ñoquis por donde tenía prosélitos de manos tendidas, ha mandado señales titilantes de volver a ser molestado por algún fogonazo de la justicia. Si tiene que probarse lo que el ínclito Humberto amontonó durante su gestión con sólo la producción de la chacra de su mamá de 100 hectáreas, no creo que lo hieran ni con el pétalo de una rosa, nuestros hombres públicos que se han llevado sin disimulo el tesoro al hombro, han sido previsores en cuanto a escudarse con leyes protectoras a la hora de pirarse. Tenemos una larga y tesonera lista de estos individuos de trayectoria fugativa.

Siempre quedarán bien parados porque la supieron hacer desde su escaño en el Honorable Congreso.

El autoexiliado de vida rumbosa en la Roma Imperial, ahora a la sombra del erótico y desfachatado Berlusconi comprueba fehacientemente el dicho popular "Dios los cría y ellos se juntan", son almas gemelas en  cuestión de saborizar la vida a fuerza de pizza con champán. Esta clase de políticos a los que les va tan bien, es porque a nosotros nos va tan mal. No hay mas que ver la lista de asesinados todos los días, como si estuviéramos en guerra, pero cuando se les hacen observaciones al respecto, dan vuelta la hoja, olímpicamente. Nos martillan en la cabeza que no tenemos inflación ni inseguridad. La violencia la tienen los que la denunciamos.

El juicio promovido por uno de sus adláteres, que le manejaba el complicado mecanismo de lo que con tiempo se había apartado para cuando llegara la "malaria", que todo país saqueado tiene que sufrir, lo llevó a los estrados, puede hacerle temblar la pera a cualquiera, menos a tipos avezados en estas tormentas inmobiliarias emparentadas con los políticos de paladar negro, como les gusta llamarse.

Claro que este espécimen debe tener nostalgia de las enfervorizadas muchedumbres coreando su nombre y llorando porque vuelva. No hay dudas que los que figuraban en aquella lista famosa, sacada del Congreso y que cualquiera podía obtener, deben extrañar, porque las cifras eran para hacer temblar cualquier presupuesto nacional, en desmedro de Juan Pueblo. 
El menemismo dio esos personajes que aún han quedado pegados a épocas donde se vendieron a precio vil las empresas nacionales, las tierras fiscales se tomaron por asalto y hasta nuestra linda vecina Chechu se salió con su estancia, luego del sonado romance.

Nuestro representante político ante la Honorable Legislatura, pudo a fuerza de ímprobos trabajos y exaltada oratoria, llegar a repartir el formidable chorro de dinero correspondiente al presupuesto nacional que incautos habían votado para levantar a los caídos del sistema, pero... vaya a saberse porqué, el chorro tomó otro rumbo. Pero todavía no se levantó la perdiz. Ahora el que interrumpe la paz romana es este molesto administrador, dejado en la palmera.

Miren cómo se habrá sudado el lomo nuestro legislador, para poder adquirir sin que nadie lo sospeche y menos la justicia el haberse armado, al menos de cuatro estancias con todo lo clavado, plantado y 20,000 cabezas de vacunos de la mejor marca y estado. Útiles para ponerse una quintita allá. En la bella "cossa nostra". Pero también hay que recordar que residencias rumbosas, y vehículos de gran porte se cambiaron por verdes, haciendo la misma gracia que nuestro fundador con el tesoro. La macana es la herencia vernácula.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El ocaso de los viejitos verdes






Por Susana Dillon






"Quien no tiene el espíritu de su edad, tiene todos los defectos de ella"
Proverbio francés







En tiempos de mi lejana adolescencia, a los viejitos que se babeaban por las chicas les decían viejitos verdes y todo el mundo se reía de estos personajes tan ridículos como ineficientes. Pero desde que se crearon los puestos de ejecutivos, empresarios y magnates, los viejitos echaron buena. Se los vio del brazo de las divas del espectáculo y la pasarela haciéndose los potros y desparramando morlacos en todo lugar en que lo de menos es pasar inadvertidos.

Muchos señores respetables se independizaron del yugo matrimonial, dejando plantada a su antigua compañera de pasados infortunios y desgracias familiares, y en actos de arrojo muy promocionados se buscaron codiciadas péndex para pasar al primer plano de la envidia colectiva. Toda esta bambolla estuvo muy promocionada por las usinas de chismes que le dieron cuerda al evento catapultándolos a la dorada fama.

Se compraron la muñeca brava de sus lujuriosos sueños seniles y pensaron que las chicas, como las muñecas inflables, no tenían cerebro.

Ya no quedan dudas, uno de los recursos que se tuvieron a mano para instalar las teorías económicas del neo-liberalismo y de la despiadada libertad de mercados fue tener entretenido al público para poder meterle impunemente la mano en el bolsillo.

Haciendo que mientras se está en Babia, o fomentando los chismes, lo realmente importante permanece oculto. Se juega al festival del chisme, de la difamación y del enchastre público donde las rutilantes figuras de la farándula se destapan en sus intimidades para mostrar no sólo traseros y pechugas de las sacerdotisas de la TV chancha, en la volteada caen fabricantes de estrellas, o algún empresario descollante, tal los casos de Silvio Soldán y Julio Ramos. Estos dos señores mayores han hecho gala de potencia sexual con sus compañeras de juegos eróticos, las han pasado en limpio y ahora, cuando las muñecas tontas debían seguir buenamente los mandatos de quienes las compraron sólo para lucirlas, se descubre que en sus huecas cabezas había una gota de cerebro. Y de la cima del poder y el relumbrón saltó a la vista que los otrora bravos potros tuvieron que vérselas negras con las muñecas kitsch, ésas que no mezquinan calificativos escatológicos para sus ex. Ahora resulta que tanto el animador y descubridor de talentos como el poderoso empresario han terminado a los tiros o en tribunales con sus jóvenes y esplendorosas compañeras de juergas. Las dos, cada una en su estilo, han demostrado que no eran tan tontas como parecía, dando a su tiempo a su pareja o despareja, según se mire, un trancazo periodístico y en metálico digno del más avezado chantajista.

En tiempos pasados, los padres casaban a sus hijas, siguiendo las reglas del patriarcado, con vejetes de rancios olores y abultadas bolsas de valores que terminaban sus días víctimas de sus ardores seniles, muchas veces aceptando que sus tiernas palomas se resarcieran con esclavos y sirvientes. La literatura renacentista está plagada de ejemplos desopilantes, por no recurrir a la sagrada Biblia cuando cuenta las vejeces del rey David, a quien acostaban con doncellas de 15 años para calentarlo en las gélidas noches del desierto... y de tantos santos y acreditados varones que se las arreglaron, desde el poder, para poderse dar el gusto dentro de la ley, tal como lo imponía aquello de "creced y multiplicaos", no importaba con quién ni si era de la familia.

Pero dejando de lado la verdad histórica, ya para este siglo que empieza, los empresarios, magnates y ejecutivos habían levantado cabeza. Hasta que viene a producirse este desastre renovando las aventuras de "Bocaccio" pero filmados y reproducidos hasta el hartazgo, dando por los suelos con la vida apacible que deberían llevar estos gerontes.

Un paisano que miraba por la TV las declaraciones de Silvia Süller mientras esperaba que le fotocopiaran sus documentos para la ansiada jubilación mientras yo hacía otro tanto con mis papeles, echándome una mirada cómplice me dice:
—Y doña, vio, ésa es la potranca del viejito ése que se tiene la peluca con una tachuela, ¿no?, Bué...., como le iba diciendo, no es pa' todos la bota e' potro.

De ahí en más nos pusimos a pensar en los viejitos que quedaron en lista de espera y pude comprobar que el paisano, pese a su seriedad, ya estaba al tanto de las peripecias del Nono Macri y de las agrandadas de Pepe Parada (con perdón del apellido, que no debe ser para tanto) donde a los actores no se les ocurre hacer lo que deberían: juntarse con otros jubilados a jugar al truco, como hace todo señor que se respete.
—O sentarse a la par del brasero a tomar mate con la vieja y olvidarse de tanto trasero y pechuga desbordante, como preventiva del infarto, ¿no le parece doña?, insistió el entendido.

Y vea, yo me lo puedo imaginar al nonito Macri al lado del brasero, pero a Flavia Palmiero, tomando mate en sillita baja y vestida por Bogani..., pensé en vos alta.
—Pero mire usted. ¿Y cómo será la jubilación de esa gente que vive al cuete?
Ejemplo:

domingo, 19 de septiembre de 2010

A VER SI NOS ENTENDEMOS


 Por Susana Dillon

"Hasta donde llega el concepto, hasta allí llega el espíritu.
Hasta donde se expande la palabra, hasta allí domina el poder". 
                                                                            Jaime Lira

América conserva, no solamente los restos físicos de sus ayeres, sino el habla de los pueblos que florecieron hace más de mil años. Los intrusos se llevaron el oro, el arte de sus vasijas, quemaron los libros sagrados, los códices y la memoria de sus quipus, más no pudieron erradicar el habla. Raro fenómeno de supervivencia el de las lenguas vernáculas de nuestras culturas aborígenes.
No bien llegaron los blancos barbados comenzó la aventura de hacerse entender con los locales. Al principio, los aborígenes creyeron que sus viejos dioses estaban de vuelta, trayéndoles los bienes inefables de la cultura y se abocaron al recibimiento con lo mejor que tenían: comida, flores, reverendas, discursos y lo que suponían agradaba a todo el mundo: la compañía de mujeres. Pero los visitantes tenían otra cosa in-mente: el oro. Y la cosa vino fácil para los recién llegados porque si no lograban hacerse entender por señas hablaban los arcabuces y los cañones.
Los indios entendieron ¡Vaya si entendieron el método de "la letra con sangre entra"!
No sólo aprendieron la castilla por real decreto, también tuvieron que abandonar las antiguas lenguas, Indio que pillaban chamuyando su idioma, era indio muerto y no hablemos de querer seguir honrando a sus dioses. Ahí nomás se lo llevaba a la hoguera, por hereje.
En la América recién descubierta por los españoles se implantó la verba de Castilla quieras que sí o quieras que no. Pero a pesar de que España en esos entonces vivía el Siglo de Oro de las letras, ni la de Cervantes ni la de Calderón. ¡Qué va! Aquí, la soldadesca trajo su ruda lengua castrense, su prepotencia y su ignorancia.
Visto lo cual, las indias madres, en lo oculto de sus chozas, de sus cuevas o selvas, siguieron enseñando a sus vástagos la antigua lengua aborigen, o lengua madre. Y no sólo así zafó la mujer india de aquella conquista arrasa-dora, también trasmitió sus creencias, sus mitos y sus leyendas.
Con el correr de cinco siglos el castellano se fue nutriendo de millares de vocablos de las lenguas americanas que aportaron los patronímicos, (nombres de ríos, montes, ciudades), animales y plantas desconocidos en Europa.
El idioma rudo de los conquistadores se vio enriquecido en forma pasmosa, tanto como el oro arrancado con sangre nativa enriqueció al imperio.
Miles de lenguas y dialectos hibridaron el idioma y cada quien lo usó según sus costumbres y necesidades.
Hoy, entendemos con otro latinoamericano es toda una proeza y más de una vez entramos en la cenagosa tierra de los malos entendidos.
Aquí, en nuestro país tenemos palabras que se prestan al jolgorio de acuerdo a su interpretación.
Los provinciales tenemos una veta inagotable de términos que dejan a la gente perpleja. ¿Dónde están los potos de los mendocinos y los papos de los cordobeses? Misterio. ¿Cómo define un porteño a una mujer que no sea su madre? Mina, naifa, percanta, grela. Todo depende de su apego al lunfardo.  Seguro que a la misma dama el provinciano la llame con mayor respeto.
Pero donde la Torre de Babel nos queda chica es en Centro América y muy especialmente en México donde cada instante esta modesta escriba ha ido anotando términos que dan para un sesudo tratado de lingüística.
En aquellos trópicos de soles arrullados por oleajes de color turquesa, pero mucho más benignos que el nuestro de este febrero bochornoso, se puede escuchar a dulces señoras aconsejar a sus retoños: -No tiren la cachucha por ahí, póngansela, que está fuerte el sol.
- No se alarme, la señora habla de la gorrita de visera.
También usted puede en el súper elegir una "deliciosa cajeta" "Lo mejor para su refinado paladar. Seca o cremosa". No se espante. Es una versión empobrecida y sin el encanto de nuestro criollísimo dulce de leche.
Pero donde los mexicanos se pasan de la raya es en sus repuestos de ferretería:
En un negocio de artefactos para baño y broncería en general, usted se puede encontrar con un airoso cartel que diga: Pijas de todos los tamaños y pulgadas. Elija a su gusto.
Cuando me recuperé del impacto, el fontanero (plomero) que me atendió solícito no bien me vio interesada, me trajo unos cajoncitos con nuestros domésticos y utilísimos tornillos, tirafondos, que les dicen, para sujetar inodoros... Y me volvió el alma al cuerpo.
Centenares de idiomas con sus miles de dialectos, más un castellano de por sí rico en vocablos nos llevan a estas disquisiciones: Nada de creerse que las viejas lenguas indias han pasado a la historia o al silencio del olvido.
Decenas de millones de mestizos hablan maya, nal-wad, quichua aymara, aruaco o mapuche. Ahora están produciendo una extraordinaria literatura. Están vivas, en expansión y sin ánimo de ser arrolladas.

 Un poeta zapoteca, Macario Matus, pensando en su lengua me alcanzó estas estrofas:

Tíi diisxi yóoxho
Birennda láadxi dóo bée
Née birée láa cáa binni záa
Cáa níi riníi ríidxáaga yáa
Níi cyáaoa guiée
Manjóo síica cáa d'ani zúu

Nadíipa síica béexe xhiñáa
Née béedxe tée, cáa nayóoxho
Bixhóoze dúu née jñcaa cáa dúu,
Bichi dúu

Que traducido a los nuestro vendría a ser:

Una lengua antigua
se les enredó en el alma 
y se llamaron gente záa,
que habla la lengua zapoteca, 
dulce, misteriosa, mágica, 
que aún conserva limpia, 
su grandeza de montaña,
fuerte como el puma
y el acelote, los viejos
padres y madres, hermanos.

sábado, 11 de septiembre de 2010

En el día de Sarmiento. Recordemos a Rosario Vera Peñaloza


Por Susana Dillon

"¡Bien haiga, niña Rosario...!"
                                 Félix Luna

Había nacido para Navidad en 1873 en los llanos de La Rioja, como Facundo,  en una pequeña localidad donde casi nunca llueve y sopla un viento rudo que es capaz de secarle a uno hasta el alma. Por eso sale de allí, gente con tanto aguante. Tenía sangre de los Peñaloza, como el "Chacho" aquel caudillo de leyenda, y con eso está todo dicho. De muy niña quedó sin madre,  como su familia era gente de rango y de cultura, la mandaron a estudiar las primeras letras en San Juan, con una maestra discípula de Sarmiento. Cuando regresó a sus pagos, ingresó a la Escuela Normal que dirigía  Mary Olstime Graham, una de las maestras que Sarmiento trajo de los Estados Unidos para que fuéramos más cultos. Después se fue a Paraná, Entre Ríos a la escuela más prestigiosa del país, donde se graduó de profesora de Kindergarden perfeccionándose en todo lo que encontró para verterlo en su carrera, que recién comenzaría en las aulas, porque se le había puesto en aplacar su sed inaplacable de saber que ya nunca iría a quedar satisfecha, ni siquiera el último día de su vida. Tuvo el capricho de seguir  aprendiendo, porque fue maestra para siempre.
Pero había algo que la tenía como hechizada: no podía dejar quietas sus manos habilísimas. No sólo fue inquieto su espíritu, sus manos eran maravillosamente activas en labores, manualidades, tejidos, bordados, construcciones. Su aula tenía rumores de colmenas, su ocio se transformaba en música, sus pies eran baile constante, siendo sobria en costumbres y extremadamente modesta, era un lujo seguirla. Su actividad era contagiosa, pero no era fácil de arrear porque su creatividad despertaba envidias y escozores en los que no querían cambios de hábitos ni de estudios. Guerreó contra la disciplina de cuartel y el estudio memorista. Rompía tabúes y severidades absurdas. Era una inventora de métodos y recursos. No se imponía,  más bien seducía al auditorio por la originalidad de sus trabajos en formar a los niños y guiar a los jóvenes.
Como siempre ocurre en los que están en la vanguardia y se prenden ciegos a sus ideales quedan en el camino los lentos, que suelen ser  también envidiosos y avasallados, le comienzan la sorda guerra de denuncias. Su afán de trabajo, le trae como consecuencia su cesantía. Pero ella escribe sobre la falsedad de la educación libresca, autoritaria y clasista. Sus compañeras, los alumnos y sus padres,  durante el gobierno de Yrigoyen se movilizan en su defensa. Se gana su puesto en la Inspección de Escuelas Secundarias y Especiales, cargo en que brillará hasta 1928.
Fundó con el Dr. Carlos María Biedma, la Escuela Argentina Modelo donde la pasión por perfeccionar a los educadores se impuso y de allí salieron los más brillantes pedagogos del país.
Rosario pudo volcar allí todo lo que había asimilado en años de dedicación y estudio. Se adelantó más de cincuenta años para llevar a nuestra educación al punto más elevado en la América latina. Fueron sus compañeros Pablo Pizurno, Rita Latallada de Victoria, Víctor Mercante, Rodolfo Senet y Ernesto Nelson, una pléyade de pedagogos que ya hablaban de otros métodos, de "enseñanza-aprendizaje", con la influencia de Pestalozzi donde se imponía la novedad de enseñar deleitando, donde la libertad también debe practicarse desde la más tierna infancia.
La incansable Rosarito viajó por el país para sembrar la idea de reformas educativas acordes con los tiempos en que se progresaba en el perfeccionamiento de industrias y maquinarias para aumentar la producción agrícola y ganadera. Todo aquello que fuera útil no sólo al intelecto, sino también al desarrollo de las ciencias y a la cultura la motivaban.
Para contrarrestar lo que se hablaba, cantaba y representaba, había que mejorar el vocabulario de los recién venidos al país. Entonces la maestra que se adelantaba a los tiempos. Insistía en buscar la identidad de un país que recién se asomaba al mundo, fue una educadora que se preocupó por estar a tono con los grandes cambios que se avecinaban.
El patriotismo, la moral ciudadana, el desarrollo de la educación en los países más adelantados la tuvieron entusiasta por traer a nuestro medio todo lo que se tenía por útil en los grandes centros culturales norteamericanos y lo que se experimentaba en Europa. Estudió y adaptó las teorías de Dewey,  Pestalozzi, Montessori y Fröebel. Quiso afirmar las tradiciones de Fröebel, el folklore, la creación de museos, gabinetes de experimentación, los congresos para enaltecer y administrar la educación popular. Se dedicó a formar a los que seguirían su obra.
A pocos meses de morir donó mapas históricos y físicos hechos por ella al
Instituto Sanmartiniano. Falleció en 1950, dictando un curso de perfeccionamiento rodeada de maestras como Marta Salotti, cuando, aún trabajaba en el Instituto Bernasconi, porque no quería dejar la cátedra ante la inminencia de su partida.

Por resolución ministerial se la declaró "Maestra de la Patria",  para recodarla  en su día Lilián I. de Minué Mercado dijo estas palabras que la retratan “vivió pobre y humildemente, no conociendo frívolos halagos " y pareciera que esa otra gran maestra de América, Gabriela Mistral, le hubiera cantado a través del Ande "La maestra era pobre/ no enjoyaba su mano/
que era todo su espíritu/ un inmenso joyel".-



domingo, 5 de septiembre de 2010

La cita era en la villa



Por Susana Dillon

La suerte de arrieros y carreteros… "seguir y seguir la huella sin nada que lo entretenga."
A no ser la aparición de la indiada, los bandidos y la gente alzada.
Aquellos eran tiempos de largos y peligrosos caminos aún no trazados.
De Chile a Mendoza, de Mendoza a Río Cuarto, de Río Cuarto al Pergamino, del  Pergamino a Buenos Aires... cada tanto se podían encontrar con otros que venían en sentido contrario: se hacía un alto en el lugar y se cambiaban noticias de los peligros o de las novedades que se presentaban en donde tener un resuello, hacer una reunión, comer algún asado, o aprovisionarse para tener más aliento en seguir el camino.
Cada viaje no era una rutina, era una aventura, un tutearse con la muerte o con la suerte, según fuese con quien se cruzara.
Las tropas de carretas siempre eran numerosas, cientos de ellas componían el convoy, llevando gente armada para protegerlas de las contingencias.
El horizonte era un permanente e inquieto interrogante, las sombras de la noche, la proximidad de los indios, de los bandidos, de la gente alzada contra el gobierno de turno...
Al llegar a las poblaciones era común que los troperos, no bien se acomodaban para el descanso, bajo algún árbol frondoso, mientras algunos preparaban las leñas para el asado de rigor, alguien hacía sonar la guitarra para invitar a los lugareños a participar de alguna reunión con baile y canciones. Las paisanas se acercaban a las ruedas en busca de compañía y novedades.
El paradero de las tropas de carretas era bien conocido: bajo el aguaribay que se está muriendo frente al ahora Colegio Nacional.
Para entonces el árbol magnífico extendía sus retorcidas ramas para cobijar a los carreteros y sus pasajeros.
Entonces era un barrio de gente humilde, donde las jóvenes, al sentir el sonido de las guitarras, se ponían una flor en las trenzas y se paseaban como quien va a hacer mandados por entre los recién llegados. Curioseaban lo que traían, ya fueran dulces, nueces, orejones o ropa tejida por las indias o lo que venía de Chile en platería.
Los troperos, con mucho tiempo de abstinencia femenina, a menudo atentaban contra los recatos de las mozas... a lo que respondían los muy mañosos con la consabidas expresiones: y, la carne es débil... o la ocasión te hace ladrón…  o metió el diablo la cola... o mejor que se la coman los humanos antes que los gusanos..."
Primero eran frases floridas, después los manotones. A los requiebros seguían las lisonjas, el convite, las promesas, algún regalito, rasguidos de guitarra, bailes intencionados, recalentamiento, idas al oscurito, osadías y claudicaciones.
A todo esto lo disfrutaban algunos, pero los jueces pedáneos estaban para arruinar la fiesta con su severidad de contener tanta algarabía debajo del aguaribay, tanto alocado desenfreno...
Por el año 1817, un juez pedáneo quiso ponerle freno a tanto desbarajuste redactando un bando que decía: " enterado de los desórdenes que se cometen en las tropas de carretas y arrias mando que no salgan solas las mujeres solteras, y que, pasada la oración, no se encuentre mujer alguna en las dichas tropas, bajo la pena de ser depositadas y puestas donde las sujeten y celen las operaciones.  Se prohíben los bailes escandalosos y cantinas desordenadas que comúnmente se hacen, en las juntas de gente soez, bajo pena de cincuenta azotes."  No he tenido otras novedades de los resultados de tamaña forma de conseguir mejor moral, ni buenas costumbres, ni cuantos azotes recibieron los bailarines. Esa parte de la primitiva Río Cuarto fue nuestra antigua zona roja donde hasta pasó alguna vez el tranvía que osó transitar ese barrio, llevando y trayendo parroquianos y "mariposas de la noche". El servicio estaba condicionado a las borracheras que cargaban el conductor y el guarda.
Cuando ahora nos quejamos del tránsito endemoniado de nuestra orgullosa urbe, recordemos de dónde venimos... Lo que se hereda no se hurta, estimados vecinos.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Café con variaciones






Por Susana Dillon


Café al chocolate con espuma de leche, chocolate rallado con café y espuma café, Bayley con whisky , charlotte, leche condensada y canela, café al amaretto, con licor de amaretto y espuma de leche, café irlandés con azúcar  rubia y crema, terciopelo de café, café irish cream con licor de café crema, licor crema de whisky en café turco, café mexicano, café méxican fino ultra, chocolate derretido, canela, azúcar nuez moscada y crema, café capuchino con vodka, con tía maría, con helado de crema americana con crema de cacao... Y no empecemos con las tortas al café con coñac y otros inventos suis-generis que se volverán locos a los mozos.
En fin, que mirando por la vidriera de una paqueta cafetería, sentado muellemente en una butaca que hace juego con el ambiente estilo Tudor, hasta le puede decir a ud, la dama de sus pensamientos: -todo lo nuestro ha terminado, no me cargosees más por teléfono. - Adiós. Pero no es cuestión de echarse a llorar ni componer un tango.-¡No señor!- un trago de café con una medida de whisky hace bajar cualquier entripado, desde un cheque sin fondos hasta los ladridos de una suegra. Todo, todo baja y se diluye, menos que te rajen del laburo justo ahora que te compraste el auto que añorabas. El café para esta circunstancia es el antídoto inmediato, si viene acompañado, mejor.
Y de dónde viene ese oscuro brebaje que nos convoca, que nos sienta a discutir sobre la cochina política, abrir el corazón para contar un secreto guardado por años y a levantar tu espíritu así sea que tu mejor amigo miró para otro lado cuando más lo necesitaste?.
                       
Viene de los tiempos en que las leyendas se tejieron antes que la historia, del centro mismo del África, de Etiopía, donde la tradición cuenta que un pastor llamado Kaldi observó que sus cabras estaban comiéndose con gran fruición las semillas de un arbusto y luego brincaba con mayor empeño que de costumbre.
Tanto le llamó la atención que probó de las semillas al momento sintiendo que se le renovaban las energías. Kaldi lo contó a sus vecinos y ya fueron muchos los que probaron su efecto.
De la aldea, la historia de las cabras inquietas, pasó a unos monjes que la llevaron a un monasterio, donde las secaron para mejor trasportar tantas semillas. Las remojaron y se tomaron de ese agua que permitió tener despiertos a los religiosos en sus largas ceremonias. Las semillas fueron llevadas a Arabia donde las plantas se reprodujeron en cantidad. Llevadas a Turquía, los sibaríticos turcos las tostaron hasta obtener mejor sabor. Otro gran admirador del brebaje, las molió agregándoles agua caliente y ¡por fin! dieron en la maravillosa infusión que invita al diálogo, a contar sucedidos y a estar despiertos antes de cerrar un negocio. 
En el siglo XVI el café viajó a América gracias a un marino francés que la llevó a la isla Martinica, donde se lo cultivó, de allí pasó a América Central y del Sur.
Cuando lo probaron los norteamericanos, lo hicieron su bebida nacional, prefiriéndolo al té de los ingleses que como lo elevaron de precio se armó tal revuelo que fue la causa de la independencia de nuestros primos ricos con su madre patria.
Francia inventó el café express y hasta le agregaron coñac, los italianos perfeccionaron la máquina siendo los primeros en exportarla.
El café solo o con aditamentos de cremas leche, azúcar, bebidas fuertes y especias es bebido en más de 4.000 billones de tazas al año. Es la bebida más popular del mundo , aliado de escritores, intelectuales, compositores, artistas y noctámbulos que encuentran en él, el compañero ideal de las noches en que las musas , por su afecto energizante les susurran al oído las mejores creaciones de su intelecto.
El éxito de un buen café debe darse sobre cuatro virtudes:
Cuerpo: da la sensación de vastedad, de fortaleza en la boca. Son fundamentales el sabor y el aroma.
Aroma: la intensidad del aroma depende del tostado. Debe ser invasivo, estimulante e invitador.
Acidez: se lo identifica por el sabor acre, agradable, es el equivalente a lo seco en los vinos a mayor tostado, menor acidez.
Blend: como el buen whisky, el blends está cuando la acidez, la dulzura, el cuerpo, y el aroma se aglutinan para contribuir a la vastedad del sabor. Llegar al blend, he aquí el secreto mejor guardado.
Solía decir mi abuelo que lo asociaba a unos nariguetazos de rapé: el café debe ser negro como la noche, y dulce y caliente como el amor.