sábado, 11 de septiembre de 2010

En el día de Sarmiento. Recordemos a Rosario Vera Peñaloza


Por Susana Dillon

"¡Bien haiga, niña Rosario...!"
                                 Félix Luna

Había nacido para Navidad en 1873 en los llanos de La Rioja, como Facundo,  en una pequeña localidad donde casi nunca llueve y sopla un viento rudo que es capaz de secarle a uno hasta el alma. Por eso sale de allí, gente con tanto aguante. Tenía sangre de los Peñaloza, como el "Chacho" aquel caudillo de leyenda, y con eso está todo dicho. De muy niña quedó sin madre,  como su familia era gente de rango y de cultura, la mandaron a estudiar las primeras letras en San Juan, con una maestra discípula de Sarmiento. Cuando regresó a sus pagos, ingresó a la Escuela Normal que dirigía  Mary Olstime Graham, una de las maestras que Sarmiento trajo de los Estados Unidos para que fuéramos más cultos. Después se fue a Paraná, Entre Ríos a la escuela más prestigiosa del país, donde se graduó de profesora de Kindergarden perfeccionándose en todo lo que encontró para verterlo en su carrera, que recién comenzaría en las aulas, porque se le había puesto en aplacar su sed inaplacable de saber que ya nunca iría a quedar satisfecha, ni siquiera el último día de su vida. Tuvo el capricho de seguir  aprendiendo, porque fue maestra para siempre.
Pero había algo que la tenía como hechizada: no podía dejar quietas sus manos habilísimas. No sólo fue inquieto su espíritu, sus manos eran maravillosamente activas en labores, manualidades, tejidos, bordados, construcciones. Su aula tenía rumores de colmenas, su ocio se transformaba en música, sus pies eran baile constante, siendo sobria en costumbres y extremadamente modesta, era un lujo seguirla. Su actividad era contagiosa, pero no era fácil de arrear porque su creatividad despertaba envidias y escozores en los que no querían cambios de hábitos ni de estudios. Guerreó contra la disciplina de cuartel y el estudio memorista. Rompía tabúes y severidades absurdas. Era una inventora de métodos y recursos. No se imponía,  más bien seducía al auditorio por la originalidad de sus trabajos en formar a los niños y guiar a los jóvenes.
Como siempre ocurre en los que están en la vanguardia y se prenden ciegos a sus ideales quedan en el camino los lentos, que suelen ser  también envidiosos y avasallados, le comienzan la sorda guerra de denuncias. Su afán de trabajo, le trae como consecuencia su cesantía. Pero ella escribe sobre la falsedad de la educación libresca, autoritaria y clasista. Sus compañeras, los alumnos y sus padres,  durante el gobierno de Yrigoyen se movilizan en su defensa. Se gana su puesto en la Inspección de Escuelas Secundarias y Especiales, cargo en que brillará hasta 1928.
Fundó con el Dr. Carlos María Biedma, la Escuela Argentina Modelo donde la pasión por perfeccionar a los educadores se impuso y de allí salieron los más brillantes pedagogos del país.
Rosario pudo volcar allí todo lo que había asimilado en años de dedicación y estudio. Se adelantó más de cincuenta años para llevar a nuestra educación al punto más elevado en la América latina. Fueron sus compañeros Pablo Pizurno, Rita Latallada de Victoria, Víctor Mercante, Rodolfo Senet y Ernesto Nelson, una pléyade de pedagogos que ya hablaban de otros métodos, de "enseñanza-aprendizaje", con la influencia de Pestalozzi donde se imponía la novedad de enseñar deleitando, donde la libertad también debe practicarse desde la más tierna infancia.
La incansable Rosarito viajó por el país para sembrar la idea de reformas educativas acordes con los tiempos en que se progresaba en el perfeccionamiento de industrias y maquinarias para aumentar la producción agrícola y ganadera. Todo aquello que fuera útil no sólo al intelecto, sino también al desarrollo de las ciencias y a la cultura la motivaban.
Para contrarrestar lo que se hablaba, cantaba y representaba, había que mejorar el vocabulario de los recién venidos al país. Entonces la maestra que se adelantaba a los tiempos. Insistía en buscar la identidad de un país que recién se asomaba al mundo, fue una educadora que se preocupó por estar a tono con los grandes cambios que se avecinaban.
El patriotismo, la moral ciudadana, el desarrollo de la educación en los países más adelantados la tuvieron entusiasta por traer a nuestro medio todo lo que se tenía por útil en los grandes centros culturales norteamericanos y lo que se experimentaba en Europa. Estudió y adaptó las teorías de Dewey,  Pestalozzi, Montessori y Fröebel. Quiso afirmar las tradiciones de Fröebel, el folklore, la creación de museos, gabinetes de experimentación, los congresos para enaltecer y administrar la educación popular. Se dedicó a formar a los que seguirían su obra.
A pocos meses de morir donó mapas históricos y físicos hechos por ella al
Instituto Sanmartiniano. Falleció en 1950, dictando un curso de perfeccionamiento rodeada de maestras como Marta Salotti, cuando, aún trabajaba en el Instituto Bernasconi, porque no quería dejar la cátedra ante la inminencia de su partida.

Por resolución ministerial se la declaró "Maestra de la Patria",  para recodarla  en su día Lilián I. de Minué Mercado dijo estas palabras que la retratan “vivió pobre y humildemente, no conociendo frívolos halagos " y pareciera que esa otra gran maestra de América, Gabriela Mistral, le hubiera cantado a través del Ande "La maestra era pobre/ no enjoyaba su mano/
que era todo su espíritu/ un inmenso joyel".-



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