Por Susana Dillon
Para nuestros colegas, especialmente a...
Lo paradójico de nuestro tiempo es que tenemos los edificios más altos, pero las miradas más cortas, los puntos de vista más estrechos. Por las rutas más largas empleamos menos tiempo, a no ser el gran toque ir luego de la acelerada, al hospital. Compramos más, tenemos menos para disfrutar. Podemos construir casas enormes, pero las familias son cada vez más chicas. Tenemos gobiernos académicos, pero menos sensatez y sensibilidad. Tenemos mayores conocimientos, pero menos poder para juzgar. Más medicina y menos salud.
Bebemos de más, fumamos de más, gastamos a manos rotas, reímos menos, nos irritamos fácilmente, nos acostamos tarde, nos levantamos cansados. Raramente nos sosegamos al leer un libro, estamos demasiado tiempo ante la TV. Reducimos nuestros valores, aumentamos nuestras deudas. Hablamos de más, odiamos con frecuencia, estamos ansiosos por ganarnos la vida y nos olvidamos de vivirla. Le aumentamos años a nuestras vidas, pero no vida a los años.
Ya fuimos y volvimos de la luna, pero tenemos dificultades al cruzar la calle y no sabemos quién es el nuevo vecino.
Conquistamos el espacio exterior, pero nos desconocemos a nosotros mismos, sabemos con quien se encuentra una vedette conocida por su descaro, pero no sabemos que el adolescente de la familia se droga. Queremos limpiar el aire, pero la polución del alma, la ignoramos. Planeamos todo y no realizamos nada. Tenemos más computación para navegar por Internet y no nos comunicamos con la familia.
Tenemos muchos avances en cantidad, pero poco en calidad. Mayores angustias y menor paciencia.
Tenemos reacciones rápidas, pero direcciones lentas. Mayor cantidad de tipos de comida, pero menor nutrición. Nunca hubo tantos cocineros en TV cocinando primores gastronómicos, y nunca hubo tanta hambre en el país.
Estos días son de viaje rápido, pañuelos descartables, amigos descartables, maridos descartables.
Pero para qué afligirse: hay píldoras para todo: te alegran, te duermen, te ponen erótico, te matan.
Son tiempos de lucir todo en la vitrina, aunque ya no quede nada en la trastienda.
Son tiempos de anhelar la paz mundial, pero te peleas con el vecino. Un tiempo en que la tecnología puede llevarte estas palabras, y vos podés elegir entre incorporar alguna de las verdades a tu repertorio y tal vez la sumes a tu pensamiento o apretar una tecla... y dejar de pensar.
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