miércoles, 16 de mayo de 2012

Carlos Fuentes ha muerto



Por Susana Dillon

Con él se van sesenta años de la mejor literatura latinoamericana.
Hace pocos días anduvo por la Feria del Libro en Buenos Aires, donde tiene muchísimos amigos, admiradores y seguidores de su magna obra. También recordó que vivió en nuestra capital su época de joven y curioso estudiante. Cómo siempre habló con todos y de todo, espléndido en sus ochenta y tres años lúcidos, con su porte de caballero mexicano más refinado que sus compatriotas.

Si bien encanta su obra escrita, es su voz la que quedó latiendo en el auditorio, su fraseo pausado, brillante, entrador. Gran crítico de los hombres de poder, en especial de los de su patria, afirmó que de los tres candidatos presidenciales actuales ninguno le satisfacía, confesó que  se la pasan agrediéndose, sin llegar a lo que realmente importa.

Los periodistas comentan el dolor que les producen las notas críticas del autor sobre las injusticias determinadas,  desde el mando en ese país entrañable, estremecido con los problemas  causados por el terrorismo y la droga.

A los que borroneamos papales se nos ha ido el fecundo contador de  leyendas e historias que tuvieron su lugar en el cine con de películas tan  recordadas como  “Gringo Viejo” que nos gustó tanto, para la que se eligió a un director argentino,  Luis Puenzo. Tuvo premios a raudales y una vida de viajes en su carrera diplomática que le permitió tomarles el pulso a los grandes conductores. Solía recordar a Mitterrand en sus momentos cumbres y criticaba con acidez a los erráticos aprendices, reclamando estadistas.

Tuvo una cultura deslumbrante, una elegancia, y bonhomía de ejemplar bien plantado haciendo honor a lo recibido en su juventud. Con él se recuerdan sesenta años dedicados a las letras donde sobresalen títulos que tenemos presentes desde La muerte de Artemio Cruz, Terra Nostra, Los años con Laura Díaz, La región más transparente, La silla del águila por mencionar algunas. Obtuvo galardones de la talla del Rómulo Reyes y el premio Cervantes, entre tantos, y se lo pone al frente del gran boom de la literatura latinoamericana, como uno de los referentes más notables.

A los que lo admiran les duele la muerte del amigo que  con aplomo y serenidad combatió el estado de cosas, no sólo de su patria, sino del continente. Señaló el por qué de ha enseñoreado en su tierra el terrorismo y la droga. No le tembló la voz cuando denunció- ¿Y quién se atrevió a refutar  sus argumentos? Los políticos banales sabían que era imposible ponerse a su altura. Fue un juez severo y ejemplar en opiniones que vertió con ademán y palabras mesuradas.

Dijo hace unos pocos días en la referida visita a la Feria del Libro “Hay que temer al escribir, ni la ciencia, ni el poder, ni la política pueden cambiar lo que se sufre, pero la literatura, sí”.

Hombre de valores, de excelente y cordial conversación, premiado y admirado por sus obras polémicas y denunciantes, aún en medio de los peores peligros, se lo recordará como figura universal, junto a su esposa Silvia Lemus también su crítica colaboradora. La prensa internacional le dará su lugar señero por polémico y disconforme, actitud que bien vendría como ejemplo a los aplaudidores obsecuentes que a diario nos toca presenciar cuando los llaman a sentarse y ser “la claque”

No hay comentarios:

Publicar un comentario