jueves, 23 de febrero de 2012

LA DIETA DE NUESTROS LEGISLADORES EN TIEMPOS REVUELTOS.



Por Susana Dillon

Según lo que predican los libros de educación democrática, los honrados con el cargo de legisladores, deben ser ciudadanos señalados por los votantes para crear leyes que satisfagan las necesidades del pueblo. Queda tácito que tales individuos deben tener la necesaria foja de cualidades que reflejen sus propias virtudes y conocimientos, para con ese entramado poder llevar adelante la tarea de legislar viviendo en democracia que significa "no poner la al servicio de las necesidades y codicia de sus creadores".
Lo que los azorados ciudadanos estamos advirtiendo, no bien se han hecho conocer los alcances de haberse votado un aumento del 100% de sus dietas y otras demasías, como primera medida al llegar al poder recién instalados en sus sagradas bancas del honorable congreso.
Tal gesto de inocultable codicia los hace aparecer como los nuevos ricos cuando estrenan la primera estancia y está reñido con la ética mas elemental, que todo hombre público debe aprenderse como el "Pater Nostrum".
Antes que mostrar discreción, decoro y templanza, nuestros representantes mostraron la hilacha, se sacaron la careta y como si el futuro fuera nuestro y los negocios anduvieran por las nubes, entraron como toros en un bazar.
Para ellos no hubo crisis económica ni política, de golpe y sin anestesia arrebataron lo que se les puso por delante sin pensar en los mas castigados del sistema. Cebados todavía en que la economía estaba blindada según la palabra oficial, dieron el manotón como chicos angurrientos, primeriaron con sus necesidades a cara sonriente y sin escrúpulos, se dijeron: "primero nosotros".
Hay, felizmente quien tomó este gesto como ridículo, pero el oficialismo siguió obsecuente, prefiriendo ponderar los beneficios del cianuro en el tema de la explotación de la minería y en dar explicaciones incomprensibles del porqué la fuerza de la gendarmería está haciendo listas con los posibles alborotadores sociales como en los tiempos de la dictadura, haciendo el efecto de querer imponer un control a obreros, estudiantes, gremialistas y a todo aquel que piense distinto al oficialismo.
Se advierte que aquí se impondrá la "idea única", si se confeccionarán listas de los que no bailamos con la música que nos tocan en Campo de Mayo.
No creo que los derechos humanos puedan tener cabida en este delirio para controlar la opinión pública.
Si se sigue valorando al oro más que al agua potable, al agua para cultivos y hacer un gran hoyo con el Aconcagua para que vengan a llevarse nuestras reservas minerales, puesto que se llevan todas las ganancias en este verdadero manoteo por llevarse el país al hombro, hay que empezar a pensar que todo este desemboca en el fascismo mas desenfadado.
A esta película ya la vimos los que tenemos larga vida y sobrada experiencia, muy poco aprecio por los cargos públicos y la plata fácil, ésa que les llega blandamente desde los impuestos que paga Juan Pueblo, como pasa con aquel legislador del menemismo que se fue a Italia con los 80.000 millones de dólares, al que hemos visto recorrer el imperio días atrás por ver si se le hace un lugarcito para que nos brinde sus nuevas emociones.
Desde ya les ofrezco a los partidarios de las listas, me incluyan con nombre y apellido porque tengo una consigna que definió una época, la elaboro un poeta que nos visitara a menudo con una ideología que se quedó para sacar ejemplos:
"Importan dos maneras de concebir el mundo,
una, salvarse solo,
arrojar ciegamente a los demás de la balsa,
y la otra,
el destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle".(1)
Esa es la consigna, el punto de partida, que el poeta en su hora iluminada nos prendió al cerebro, dando cátedra a los ciegos revolcados en el barro y carcomidos por el apuro y la ansiedad de su evidente codicia, frente al pueblo al que se le cercena la libertad de palabra y pensamiento. Y empiecen nomás con la lista que deberán cumplir con la muy conocida "obediencia debida".
(1)- De Armando Tejada Gómez - hay un niño en la calle.

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