miércoles, 7 de julio de 2010

Camisones que no ofendían al pudor. (Todo un símbolo de pacatería)








Por Susana Dillon


Desde que la iglesia legisló sobre la conducta de las mujeres, los santos varones de la Edad Media estuvieron atentos a que las mujeres fue sen vírgenes al matrimonio y en el matrimonio, las féminas debían ser castas, es decir, no faltarle al marido en cuanto a su fidelidad. De la conducta que debía observar el marido jamás se aclaró.
Las novias que preparaban su ajuar, en aquellos lejanos tiempos, debían estrenar un camisón con un agujero justo en la entrepierna, para ser quitada la virginidad de la joven sin mostrar el cuerpo, causante de la concuspiscencia.
El vestuario de las mujeres medioevales no dejaba ver más que el rostro, las manos y la punta de los zapatos. Lo que hasta hace treinta años usaban las monjas o hermanas de convento era un símil de aquella vestimenta.
Nadie de aquella época se atrevió a pintar ni esculpir cuerpos desnudos (salvo los crucificados). Adán y Eva, siempre aparecieron en medio del follaje del Edén, pero muy recatadamente. Por eso cuando comenzó lo que se dio en llamar "El Renacimiento", los pintores famosos se la pasaron pintando y esculpiendo provocativas desnudeces en santos, dioses y demonios.
Lo del camisón con el agujero es para detenerse a examinar que eso variaba según el estrato social, ese agujero debía bordarse con guirnaldas de flores en variados puntos.
Durante su confección la joven debía recibir indicaciones de sus cercanas parientas para ser sumisa y complaciente ya que su consorte era el que llevaba todas las iniciativas durante la noche de bodas y por siempre jamás. Durante la confección de la prenda, sus cercanas parientas le comentarían el cómo comportarse con el uso del camisón y de las mutuas obligaciones matrimoniales, cosas que siempre recaían en las mujeres.
A la mañana siguiente, el camisón sería observado sobre todo por suegras y cuñadas que siempre andaban a la pesca de novedades en lo referente a las sagradas señas de haber sido "desaflorada" la virginal novia.
En cuanto a las mahometanas, la sábana nupcial era exhibida en la ventana del dormitorio matrimonial que daba a la calle, para que el público satisficiera su curiosidad y las lenguas se quedaran quietas.
Sin sangre no había honra y sin honra, la novia era devuelta a sus padres. Se supo que hubo parejas que tuvieron que matar una gallina y rociar la sábana con su sangre para ponerla en la ventana, quedando con un verdadero certificado de doncellez.
En ésos mil años que duró la Edad Media y que la Iglesia Católica mandó sobre nuestras entrepiernas, los señores feudales tuvieron el "derecho de pernada" con sus vasallos, el que "desafloraba" era el señor del castillo. El joven que se casaba con una sierva del señor no tenía derecho a desaflorar la novia en la noche de bodas. En esto la Iglesia estaba de acuerdo, y nadie cuestionó la medida porque le costaría la cabeza.
Visto el abuso de la patronal, la pareja contrayente apuraba el trámite del himeneo con la debida antelación. Rabeláis, Aretino y Bocaccio fueron los primeros escritores que ventilaron estos temas eróticos -picarescos,
Por supuesto prohibidos por la Iglesia, donde los protagonistas eran frailes, monjas y la jerarquía en pleno.
Los pajares de los castillos fueron lugar de encuentros para remediar la concuspiscencia. Esta costumbre se trajo también a América

1 comentario:

  1. Quieres decir que donde no había Iglesia las costumbres eran más relajadas? Y que el derecho de pernada era poco menos que obligatorio?

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