viernes, 7 de mayo de 2010

Tal como se esperaba, en la penitenciaría local, no pasa nada.


Por Susana Dillon

No es que una sea pesimista y que ya no se crea en la justicia ni que las cosas se enmienden. Es que conocemos las tretas de nuestros funcionarios, más aún a los que mandan en la órbita policial.
La problemática muerte del joven Silvio Robledo en la cárcel local, no tiene visos de resolverse. El presunto suicidio, da paso a que se ahonde la sospecha de un asesinato, tal vez no calculado por quienes estuvieron en la celda de contención con el interno, que más parece una rémora de la dictadura que misteriosamente se había ordenado destruir por el jefe designado de inmediato para sacarse el lazo de encima... Tal celda de castigo que mantenía al preso atado de pies, manos y con collar de hierro.
Tal celda que ya se había destruido, al llegar el nuevo jefe, en breves días se volvió a construir con idénticos materiales: cadenas, esposas, soportes para pies y manos, collar y demás piezas que bien podrían figurar en las torturas de la Edad Media. Pero aún se ha hecho más; arriba de paredones que no dejan ver el exterior ni entrar la luz: alambres, como en los campos de concentración. Como valor agregado, han sido trasladados los sospechosos de dar informes al exterior.
¿De estas novedades no se han enterado los organismos de Derechos Humanos oficiales, el gobernador y el Dr. Sánchez?
De los que debieran estar informados sólo se escuchan floridos discursos  sobre los Derechos Humanos, pero la actuación que estoy relatando parece que se ignora. Todo se reduce a preparar los próximos comicios con palabras sobre nuestro venturoso porvenir.
Veremos cómo les va arrastrando este problema, que es evidente se quiere silenciar mientras se sigue insistiendo con métodos retrógrados para con los internos, en una cárcel que va a contramano de lo que dice la Constitución Nacional.



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