domingo, 1 de marzo de 2009

¡Viva el caño; el país delira!


Por Susana Dillon

Si alguien ha estudiado la historia del Imperio Británico, seguro es que se tuvo que tragar el capítulo en que la gran isla comenzó a echar buenas en sus negocios y habiendo barcos, hubo que salir a ver de qué lo llenaban para hacer que el negocio rindiera el ciento por ciento. Probaron con variadas mercaderías obtenidas en saqueos y acciones de piratas. Lo que no faltaron para conducir los ataques fueron los piratas que con buena artillería y tripulación sanguinaria la empresa estaba asegurada.
De todos los productos y tesoros, lo que más redituó fue el tráfico humano. Reflotaron la esclavitud, en épocas antiguas se había impuesto como base de la pirámide social en reinos e imperios.
Siempre los vencidos, los cazados como animales, los condenados por presuntos delitos, tenían que llevar sobre sus hombros el bienestar y la bonanza de los mejores ubicados.
Para eso estaban los piratas, excrecencia humana aceptada por la monarquía para asociarse en negocios criminales. Isabel I, La hija de Enrique VIII, que se hizo llamar la reina virgen (aunque algún pirata se hizo cargo de privarla de su doncellez), fue la que con más ahínco y satisfacción les otorgaba la patente de "corso" a quien quisiera robar para la corona, o sea: vía libre para robar, matar y esclavizar en sociedad con su graciosa majestad cuanto producto cayera en sus zarpas. En esto entraban corsarios piratas y filibusteros. Ojo, patente de corso no era cosa de bailar en los carnavales, era legal el asaltar y quedarse con lo ajeno.
Todo lo que se ganaba para satisfacer las arcas del imperio, era también parte de lo que se llamó COMERCIO LIBRE. Ese comercio libre también daba créditos y allí estaba la mejor trampa: el negocio de los intereses que terminaban de devorarse al capital de quien había confiado en la honradez del comercio libre.
Inglaterra, desde Isabel I, llegó a ser "la reina de los mares" porque su marina de guerra le permitió apoderarse de naciones a la que primero debilitaba y luego invadía a cañonazos.
Así ocurrió con China e India, poderosas e independientes en otras épocas, pero debilitadas por implantar en ellas el tráfico de drogas, sobre todo el opio.
A la China llegaron misioneros anglicanos, predicando al dios cristiano, al que ligaba con la panacea del comercio libre, luego llegaba la Royal Navy, desembarcaba los misioneros, pero detrás venían los soldados y los cañones, pero ya el opio había hecho su efecto. La población estaba dopada y sin reacción. Con los resortes de la defensa paralizados, fue fácil apoderarse de las riquezas de aquellos enormes países. Así quedaron amarrados al imperio británico ciudades como Hong Kong y Shangay, que hasta el siglo XX tuvieron la "protección" real inglesa.
El primer gobernador de Hong Kong declaró muy ufano "El comercio libre es Jesucristo y Jesucristo es el comercio libre". La guerra del opio duró 20 años. Los ingleses con algunos franceses entraron en Pekín (o Beigin), derrocaron al emperador e incendiaron sus palacios por amor a Dios y al comercio libre.
Salvando las distancias de tiempos y escenarios ¿qué le puede ocurrir a un país con abultada deuda externa o eterna, con la población en permanente crisis, enviciados por drogas de distintas procedencias y sus jóvenes y niños, con autoridades que se compran "por dólares más", con el resto de la población entretenidos entre el sexo y el chismerío más desvergonzado?
Ya nos pasó otra vez, durante el tratado Roca-Runciman, cuando Julito el hijo del general de la Campaña del Desierto, firmó el acuerdo bochornoso para nuestra economía. Se ufanó, él siendo Vice Presidente, que "nuestro país era la granja del Imperio Británico"... después vinieron los de la década infame y más cerca los tuvimos a Menem y Cavallo.
Ahora el país está en oferta: le interesa a los nuevos pulpos nuestras aguas en los glaciares, la reserva minera, los bosques que quedan, las TIERRAS que las equivocadas políticas agrarias se venden a extranjeros, los planteles de las mejores vacas del mundo que salen del país para ser llevadas al exterior a poblar otros campos, ya no los nuestros.
Los interesados, dirán más tarde "que no estamos capacitados para gobernarnos" y por lo que se está experimentando, ya tienen la excusa.
¿Ya vamos teniendo algo un poco más claro?

A los mexicanos ya les pasó con Texas. Primero compraron tierras los Yanquis en forma individual los pioneros, después se declararon ciudadanos de Estados Unidos y quisieron pertenecer totalmente a la Unión. No le dieron mucha importancia, total era un desierto, pero abajo y había un lago de petróleo. Bah!-Nosotros podemos alimentar a 300 millones de seres humanos, pero cada día dejamos que se mueran más chicos de desnutrición pero somos unos vivos bárbaros, les festejamos a Tinelli, todas las noches sin perder una, el baile del engaño que los gatos se lo pasan por lo más recóndito y él, goloso huele el caño deleitándose, mientras el país entra en éxtasis... y delira!-¡Viva el caño! -Es más divertido y calienta mejor... y así nos va.

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