Por Susana Dillon
Los historiadores clásicos de nuestro país, han fabricado héroes y villanos según fuesen los intereses políticos en que se escribieron las crónicas.
Estudiantes, maestros, sabios y legos debían repetir como loritos los que se dijo cuando se fundó la historia oficial, con Mitre a la cabeza, si se quería publicar otra cosa distinta a esa corriente. El que se atrevía pasaba a madito.
José María Rosa fue uno de los primeros historiadores ”revisionistas” que patearon el tablero, liderando la historia contada de otra manera y desde otra mirada. Fue el gran enemigo de los fanáticos del NO INNOVAR. Nos dio la oportunidad de descubrir nuevos héroes bajando del mármol a otros de cuyos prestigios hoy dudamos.
Revisar la historia por aquellos años era pecado mortal.
Se comenzó con la época de los descubrimientos, la conquista, la colonia; para luego meternos en las invasiones Inglesas, la revolución que no fue para tanto y se vinieron los momentos de ver los caudillos como germen del federalismo, que según los que vemos aún sigue en el quiero y no puedo.
Otros personajes vistos de otro modo, fueron los componentes de los ahora llamados pueblos originados, luego de haberlos denostado como INDIOS.
Primero fue execrado y ocultado, luego se los idealizó y ahora los vemos de cerca con parte de la culpa que hay que achacársela a los blancos primero a Colón y más tarde al Gral. Roca.
El indio era una figura folklórica al que había que reducir y luego suprimir según los conquistadores. Para ellos el indio bueno, era el indio muerto. Sus culturas fueron ignoradas, sus riquezas saqueadas, su lengua y dioses prohibidos, las mujeres prostituídas y los hijos esclavizados.
El blanco, ya fuese el español y luego el americano, justificó el genocidio porque defendió su tierra y sus tradiciones instalando la religión bajo pena de hogueras e implantó la civilización a fuerza de rémington. Como el indio era un ser libre y amante de la naturaleza, se lo declaró hereje y se le dio muerte en campañas masivas, tanto por las pestes, el hambre y la exclusión. El Gral. Roca y los estancieros, le quitaron sus tierras, sus familias y su pasado.
Esa es la historia que estamos tardando en asimilar, estudiar y corregir si de verdad queremos civilizarnos y cristianizarnos.
Sobre Monte fue un virrey, que cuando invadieron los ingleses en 1806 huyó a Córdoba con su familia y el tesoro que se había explotado a nuestras expensas. Buenos Aires se tuvo que defender con su pueblo. Ahí fue cuando aprendimos a conseguir la libertad, pero al cobarde se le levantan monumentos y hay quienes lo sienten héroe, pues Sobre Monte es una de las últimas imágenes del colonialismo que aún tiene simpatizantes entre nosotros.
Entonces, por lógica habrá que preguntarles: -así que San Martín, Belgrano o Moreno y quienes nos dieron patria - ¿estaban equivocados y sus luchas fueron estériles y estábamos mejor gobernados por los que vinieron a sangrarnos?
¿Bajo el imperio estuvimos mejor?-
Tenemos tantos monumentos que nos sobran, que hasta hemos dedicado en su honor, aquí justo donde comenzó a gestar la campaña del desierto, nuestra plaza principal y arteria importantísima con el nombre del genocida Roca, que no solamente mandó al muere a los mapuches, especialmente a los ranqueles, sino a cualquier etnia que habitaba tierras que fueran a parar a nombre de sus ocho hermanos, parientes, amigos y cómplices. Pero no paró aquí: sus soldados fueron abandonados a su suerte, sin armas, sin ropa, sin medicamentos, acosados por las crueles enfermedades que sólo se dan dentro de la miseria y los malos tratos.
Los terratenientes de esa época la llamaron “los años dorados” porque se convirtieron en potentados que viajaban a París a derrochar esas fortunas obtenidas con la sangre y el sudor de gauchos e inmigrantes, para ser los animadores de “los años locos y la belle époque”, muy lejos de sus estancias explotadas para venderles los mejores biftecs a los ingleses durante “la década infame” en que el hijo de Roca declaró ante el mundo “que Argentina era la granja del Imperio Británico”!!!
Cuanto más tendremos que investigar y aprender la verdadera historia, esa que tanto les molesta a los recalcitrantes porque no quieren que se conozca el origen de las tierras que no quieren perder lo que les cayó gracia a la rapiña y desaparición de uno de los pueblos primitivos que se aguantaron por mas de 300 años la lucha contra el blanco. Nuestros ranqueles fueron de esa estirpe, prefirieron morir a ser esclavos, noble raza que soportó, más que ninguna otra en el continente la arremetida de la codicia y la lujuria de los invasores. A ver si algún día vemos erguirse su silueta austera y aguerrida, en alguna plaza que les haga justicia.
Susana Dillon
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