Por Susana Dillon
Lo que está ocurriendo con el alocado ritmo de los acontecimientos que tienen por epicentro a los dólares, nos dan la misma sensación que cuando en el 2001 nos pisaron los depósitos a los atribulados ahorristas, ya fueran en dólares, o en pesos, en cajas de ahorro o en cuentas corriente en dinero a interés o en cajas misteriosas.
De un manotón y sin aviso, justo cuando estábamos llorando por las sojas anémicas, se nos viene el manotón dado a los verdes, juez y fiel de la balanza comercial de uso mundial, y de las operaciones inmobiliarias que hacen que los bienes materiales pasen por la colada del mercado de cambio. Que si no tiene dólar como rase, no se vende ni un clavo. Con este arrebato se paralizó el mercado, como nos pasara con las vacas y su descendencia, con los chacareros de pocas hectáreas, con los tamberos y con todo aquel productor que da de vivir a los intermediarios y a los mega-mercados que sacan las ganancias al exterior.
Aquí se está repitiendo una época en que el país cayó en bancarrota, sin que se nos explique el porqué ahora el colchón no tiene lana y la frazada nos quedó corta, pero resulta claro que los tan mentados subsidios repartidos alegremente en tiempos electorales, dejaron al descubierto que algo "que huele mal en Dinamarca" y que los despampanantes subsidios otorgados a los ciudadanos de Pto. Madero con aquellos que en su vida trabajaron ni hicieron aportes, hoy se ufanan de percibir beneficios que los ubican entre los que nunca tiraron del carro de la patria.
Una cosa es permanecer inmutable ante el televisor donde se declama nuestro glorioso bienestar, que es aplaudido por salas repletas de siempre los mismos, de una corte de privilegiados que aplauden sistemática y reverentemente sumisos, contenidos en la burbuja de la obsecuencia, y otra cosa es tragarse este sapo.
La orden del momento es pesificar, vamos a ver con que nuevas se vendrán los nuevos campeones de economía cuando nos tengan que aclimatar a la falta de divisas que les deben a las provincias, cuando deban hacer frente a sus compromisos con la caja al rojo vivo y pagando con bonos. Bueno: aquí tal vez este conocido ministro Boudou seguro que tendrá la maquinita milagrosa.
Y que conste que todo argentino bien nacido siempre soñó con su moneda fuerte, con su peso moneda nacional de curso legal que fuera desplazada por crisis desatadas por los que se llevaron al hombro a nuestro país, se llamen José Martínez de Hoz, Cavallo o Magolla, siempre tuvimos quien jugara para que nuestro país siguiera siendo colonia.
Pero todavía hay algo más que puede subllevar hasta el mas calmo: el espectáculo dado en Ezeiza por los perros que detectan los desaparecidos verdes en el cuerpo y maletas de turistas, viajeros, jerarcas y pasajeros del montón, que han tenido la ocurrencia de sentirse libres y de hacer con sus dólares lo que se les venga en ganas, sufriendo pacientemente la requisa olfativa en lo más íntimo que albergan sus fundillos, entonces me pregunto: si nos va tan bien, si estamos blindados ante el peligro de la misma rodada del 2001. -¿Porqué dar este vergonzoso espectáculo del que al que viaja le larguen los perros para que le olfateen las partes pudendas donde se supone se esconden los verdes? ¿No les parece que ya es demasiada la paciencia de Juan Pueblo?-
Como estoy haciendo lo posible por cruzar el charco, y si sigue esta moda olfativa, me palpito algún desorden ocasionado por la reacción de los damnificados, que no todos somos mansos ni chupamedias.
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