Por Susana Dillon
La personalidad del Dr. Eduardo Duhalde es vastamente conocida en la provincia de Buenos Aires y en la capital del país. Ha practicado la política desde el cargo de concejal en sus mocedades, hasta la jerarquía de Presidente desde el 2 de enero de 2002 a mayo del 2003 de modo que podría entrar a la categoría de ser un " verdadero animal político", como dice la gente que sabe, con sus inclinaciones religiosas y su enroque en la droga según lo primero que te decían los taxistas no bien arribabas a la capital. Digamos: en el año que le tocó actuar como timonel del barco en lo más borrascoso de la tormenta, no demostró ser el piloto afortunado que llegó a puerto, ni el estadista de envergadura que nos salvó del revolcón cuando a los ahorristas nos acorralaron.
Se le conocieron trapisondas como a los que el pueblo fue borrando de la lista de los inocentes. Pero no escarmentó. Quiere recuperar algo del queso político con una consigna suicida, viene del brazo de los indultos, de los perdones, de las amnistías, de los olvidos de lo que pasó en la época más negra de nuestra historia reciente que amenaza con reavivarse con las iniciativas de lo que propone este simpatizante de la idea de volver a los años de plomo, con todos los genocidas haciendo la venia en el palco presidencial. No sólo va por el indulto.
A más de 34 años de la guerra que se le declaró al pueblo y de la nefasta guerra de Malvinas declarada entre brindis de dipsómanos con entorchados, Duhalde quiere borrar el atisbo de justicia que se comenzó entre amenazas, cuartelazos y presiones, atentados, muertes y secuestros de testigos. Eso no le importa a este nuevo productor de " el huevo de la serpiente".
Duhalde defiende a los genocidas que se lamentan de vivir en sus mansiones, quieren otra vez venir a "salvar a la patria" cómo fue su machacado slogan … Duhalde quiere salvarlos
Del castigo liviano para que le sirvan, le cuiden las espaldas y reinar sobre bayonetas.
Habla muy tieso de su " responsabilidad patriótica" que saca a relucir cuando arenga contra el ex Presidente K.
Entonces busca quien le haga pata en esta intentona de asociarse a otro en la de los que navegan en río revuelto: el elocuente y osado extranjero que quiere ser argentino: de Narvaez que se parece bastante a ese otro enfermo de notoriedad que es Ricky Fort, un personaje impresentable e indigerible que nos han cambiado por las chicas del caño.
Duhalde hace referencia a los que se han elevado en importancia como países: Chile, Brasil y Uruguay, pero no se hace una mínima crítica sobre lo que él falló junto con los impresentables cuando fue el gran show de presidentes sacados de una oreja del famoso sillón, cuando tocamos fondo como país en decadencia …
Sin alguna vez el pueblo demuestra desinterés por la política y sus hombres, es ahora, en que ni Duhalde ni los de su época, tienen buen hándicap para la contienda electoral que se nos viene encima. No tienen prestigio, mi buen nombre, ni pizca de estadistas. No tienen en cuenta que ni con los votos comprados ni cautivos, el porcentaje de votantes decrece en sentido inverso a la suba de la inflación.
Duhalde le enrostra a su ex camarada, su falta de decencia, su morbosa pasión por el poder, su apego demostrado a hacer dinero que consigue a como dé lugar y sin recato, pero no creo que su curriculum sea tan inmaculado para sacarle tarjeta roja.
A cada candidato, la gente común lo conoce por la pisada, ya no van quedando ingenuos a la hora del sagrado comicio. Todos o casi todos tenemos el olfato adiestrado como los perros de los policías cuando ventean la droga.
Ahora ha salido con la nueva que hay proteger a los genocidas de un tardío como ineficaz juicio que no va a ir más allá de la cárcel casera, así que no nos queda otro camino que hacerles la radiografía nuevamente y mostrársela al pueblo indefenso ante tanta hipocresía y falta de coraje cívico.
A ver, él que es tan santurrón, que se acuerden de Juan Pablo Papa que al tener una visita con el que le disparó para matarlo, le dio el perdón que para eso fue el encuentro, pero siguió estando preso porque eso era justicia para el que más sabía de perdones.
La otra actividad que muestra es la de encontrar laderos. Ya intentó conversaciones con nuestro nunca bien ponderado Doctor José Manuel de la Sota, autor de obras imborrables: sembró de casinos la provincia haciendo nuevos pobres, enviciando a los jefes y jefas, a los beneficiados con los míseros 140 pesos para los niños, que sus padres llevan mansitos a las tragamonedas a ver si los multiplican, que hizo desaparecer a la escuela San Martín en una noche en que con la policía se llevó los bancos a un lugar en que los chicos se morían de frío, Donde los pocos que pudieron llegar fueron segregados por los pibes dueños de casa que se sintieron invadidos por los olvidados de la fortuna.
La presencia de Duhalde con tal compañero de ruta no augura nada bueno en cuanto lo demostrado hasta aquí no es para sentir la mínima alegría.
No tienen en cuenta que el país está desmoralizado y decadente, con la esperanza rota y la evidencia que la mayoría de nuestros candidatos, son tránsfugas que hoy tienen un discurso y mañana otro, pero que sólo tienen una idea fija: quedarse con el queso. Lo demás: cartón pintado y mucha charla.
Educados para matar y torturar
El fusilamiento de una mujer que acababa de dar a luz, la desaparición del bebé y la quema de cadáveres formaron parte del testimonio escrito dado por el militar Bruno Laborda. El tribunal de San Luis lo consideró clave para demostrar el plan represivo.
El fusilamiento de una mujer que acababa de dar a luz, la desaparición del bebé y la quema de cadáveres formaron parte del testimonio escrito dado por el militar Bruno Laborda. El tribunal de San Luis lo consideró clave para demostrar el plan represivo.
El testimonio de un represor, que detalla cómo ultimaban a sus víctimas durante la dictadura militar, fue introducido hoy por el Tribunal Oral Federal de San Luis que juzga a cinco represores por crímenes de lesa humanidad. Los jueces consideraron clave ese relato para determinar cómo funcionaba el aparato represor. Bruno Laborda, que integraba el III Cuerpo de Ejército en Córdoba en esa época, presentó un documento con declaraciones que demuestran con crudeza los operativos que utilizaban y cómo capturaban, asesinaban y enterraban a sus víctimas.
El relato de Laborda reveló, por ejemplo, cómo asesinaron a una persona “arrodillada y con los ojos vendados” o cómo “mataron, quemaron y luego enterraron el cuerpo de una mujer que había dado a luz hacía dos días”. El militar relató las órdenes que le tocó cumplir en la denominada ‘guerra contra la subversión’ y el papel que desempeñó cada uno en esos días, hablando de un plan sistemático para el aniquilamiento físico de los “juzgados y condenados no sé por quién”. En el documento precisó que “todos los oficiales y suboficiales egresados en esa época fuimos instruidos y educados de acuerdo con las difíciles circunstancias que vivía nuestro país, azotado por el flagelo del terrorismo subversivo. Fui nutrido de vastos conocimientos y entrenado adecuadamente para poder enfrentar con éxito todas las acciones, que a tal efecto se hacían para la eliminación total de dicha amenaza”, señala el documento del militar.
En uno de los párrafos más duros del escrito, Laborda describe que “más de 30 balazos de FAL sirvieron para destrozar el cuerpo de un hombre que, arrodillado y con los ojos vendados, escuchó con resignación las últimas palabras de nuestro jefe, pidiéndole que encomendara su alma a Dios”. Sobre una mujer que estaba secuestrada dijo que “nuevamente y a órdenes del jefe de la unidad, el entonces teniente coronel Solari y todos los oficiales designados, procedimos a fusilar a esta terrorista, que arrodillada y con los ojos vendados recibió el impacto de más de 20 balazos de distintos calibres (...) Su sangre, a pesar de la distancia, nos salpicó a todos. Luego siguió el rito de la quema del cadáver, el olor insoportable de la carne quemada y la sepultura disimulada propia de un animal infectado”. El militar destacó que nunca supo “del destino del niño o niña, que un día antes de la muerte de su madre, naciera en el Hospital Militar Córdoba”.
La querella pidió que se incorpore este testimonio al juicio, ya que se lo considera clave para mostrar cómo funcionaba el aparato represor en aquellos años y la sistematicidad de los asesinatos y desapariciones, y que se trataba de un programa que estaba vigente en todo el país y que los crímenes obedecían a una planificación.
El tribunal entiende en el juicio oral por el secuestro y asesinato de Graciela Fiochetti, las desapariciones de Pedro Valentín Ledesma y de Sandro Santana Alcaraz y las torturas de Víctor Fernández. Por estos casos están imputados el ex subjefe de la policía puntana Carlos Plá, el ex coronel Miguel Fernández Gez, el ex jefe de la Guarnición Militar San Luis Becerra, el ex subcomisario Juan Carlos Pérez y el ex cabo Luis Orozco. En el 2004 a Laborda le negaron el ascenso, presuntamente por un arresto que sufrió durante su carrera militar. El militar hizo una presentación argumentando que en sus 30 años de servicio, “he acatado las resoluciones de la superioridad sin otro espíritu que no sea el bien del servicio”.
El relato de Laborda reveló, por ejemplo, cómo asesinaron a una persona “arrodillada y con los ojos vendados” o cómo “mataron, quemaron y luego enterraron el cuerpo de una mujer que había dado a luz hacía dos días”. El militar relató las órdenes que le tocó cumplir en la denominada ‘guerra contra la subversión’ y el papel que desempeñó cada uno en esos días, hablando de un plan sistemático para el aniquilamiento físico de los “juzgados y condenados no sé por quién”. En el documento precisó que “todos los oficiales y suboficiales egresados en esa época fuimos instruidos y educados de acuerdo con las difíciles circunstancias que vivía nuestro país, azotado por el flagelo del terrorismo subversivo. Fui nutrido de vastos conocimientos y entrenado adecuadamente para poder enfrentar con éxito todas las acciones, que a tal efecto se hacían para la eliminación total de dicha amenaza”, señala el documento del militar.
En uno de los párrafos más duros del escrito, Laborda describe que “más de 30 balazos de FAL sirvieron para destrozar el cuerpo de un hombre que, arrodillado y con los ojos vendados, escuchó con resignación las últimas palabras de nuestro jefe, pidiéndole que encomendara su alma a Dios”. Sobre una mujer que estaba secuestrada dijo que “nuevamente y a órdenes del jefe de la unidad, el entonces teniente coronel Solari y todos los oficiales designados, procedimos a fusilar a esta terrorista, que arrodillada y con los ojos vendados recibió el impacto de más de 20 balazos de distintos calibres (...) Su sangre, a pesar de la distancia, nos salpicó a todos. Luego siguió el rito de la quema del cadáver, el olor insoportable de la carne quemada y la sepultura disimulada propia de un animal infectado”. El militar destacó que nunca supo “del destino del niño o niña, que un día antes de la muerte de su madre, naciera en el Hospital Militar Córdoba”.
La querella pidió que se incorpore este testimonio al juicio, ya que se lo considera clave para mostrar cómo funcionaba el aparato represor en aquellos años y la sistematicidad de los asesinatos y desapariciones, y que se trataba de un programa que estaba vigente en todo el país y que los crímenes obedecían a una planificación.
El tribunal entiende en el juicio oral por el secuestro y asesinato de Graciela Fiochetti, las desapariciones de Pedro Valentín Ledesma y de Sandro Santana Alcaraz y las torturas de Víctor Fernández. Por estos casos están imputados el ex subjefe de la policía puntana Carlos Plá, el ex coronel Miguel Fernández Gez, el ex jefe de la Guarnición Militar San Luis Becerra, el ex subcomisario Juan Carlos Pérez y el ex cabo Luis Orozco. En el 2004 a Laborda le negaron el ascenso, presuntamente por un arresto que sufrió durante su carrera militar. El militar hizo una presentación argumentando que en sus 30 años de servicio, “he acatado las resoluciones de la superioridad sin otro espíritu que no sea el bien del servicio”.
Fuente: Página 12
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