Por Susana Dillon
Desde tiempos lejanos los años bisiestos fueron tomados
como de mala suerte y este año ya empezó siniestro.
El haber dispuesto, años atrás el funcionamiento de la
red ferroviaria de la Capital y el Gran Buenos Aires, en manos de aventureros
que ofrecen un servicio peor que el que se les brinda a los vacunos cuando se
los manda al matadero, dio frutos amargos.
Los tenemos a la vista: 51 muertos y más de 700 heridos,
producto de la más descarada corrupción, y ninguna responsabilidad. Pero los
funcionarios responsables, ausentes a la hora del salvataje, ahora ya balbucean
ante el periodismo que hubo una “falla humana”. No esperábamos otro
razonamiento de semejantes individuos.
Si esta vez la justicia mira para el lado torcido, se
sumará otro estímulo al estallido social tan temido, porque hace rato que se
viene tensando la cuerda de la tolerancia. Y si no, por qué se dictó la ley
antiterrorista, que no nos sirve para nada, si todavía se siguen coartando los
derechos humanos tan zarandeados, pero ahora negados.
Por qué no aplicar la persecuta a la droga, a los
violadores, a la mafia prostibularia, a la trata de personas, a las trescientas
pistas de aterrizaje clandestinas en el norte, la proliferación de la
corrupción en donde uno pose la mirada, desde lo más miserable hasta los altos
estrados de la justicia, donde el juez Norberto Oyarbide lleva la batuta:
magistrado que no tiene inconvenientes en dejar en libertad a los más grandes
delincuentes sin que se le caiga la cara de vergüenza.
Ya no hay que buscar a los delincuentes en las villas de
emergencia, ahora hay que buscarlos en los ministerios, en los representantes
de la plutocracia, donde magnates y funcionarios son insaciables.
La educación sigue siendo la cenicienta de la cultura, ya
lo estamos viviendo en cada principio de año en que no se han reparado las
escuelas, los maestros y maestras siguen con sus sueldos de miseria, los niños
sin bancos porque conviene más a los eternos funcionarios de la decadencia que
haya cada vez más ignorantes, para mejor mantenerlos con limosnas, así votan lo
que se les ordena desde la dádiva y no del trabajo digno.
Pero los legisladores se quedaron con las dietas
aumentadas en un ciento por ciento con pasmosa frescura. Con este gesto uno se
explica por qué los políticos dan asco, y por qué la Gendarmería está haciendo
listas con los nombres de los no sumisos, librepensadores, aquellos que todavía
creen en la dignidad de ser ciudadanos honrados y éticos.
Pero lo ocurrido en Once la semana pasada ofrece un
panorama de la realidad descarnado que nos ha tocado presenciar desde el
televisor. La prensa nos hace abrir bien los ojos acerca del estado en que se
encuentran los trabajadores y empleados que no tienen más remedio que asistir a
sus trabajos en un medio tan decadente como los que se ven en las películas que
se desarrollan en las lejanas India o África, en siglos pasados, donde el valor
de la vida de un ser humano era igual a cero.
Y nada de lo que ha querido explicar la ministra Nilda
Garré nos ha convencido, porque las razones dadas son tan inconsistentes que no
puede borrar el efecto que producen las listas de los posibles nuevos
subversivos. Sobre todo cuando así los hacen aparecer a quienes no quieren
beber en el futuro, o que beban sus descendientes, las bondades del cianuro
empleado en las minas a cielo abierto, mientras dilapidan millones de litros de
agua potable que se les quitará a animales y plantas de las provincias con
riquezas minerales, que por supuesto serán explotadas, pero no en nuestro
beneficio.
Lo que se advierte a través de los silencios sospechosos
con que se responde a los clamores de un pueblo donde pobres y obreros se
juegan la vida es que cada viajero de esos trenes del infierno deben ser
abordados para asistir a trabajos de los que no sabe si vuelve. Pero hay que
tener presente que tanto los responsables directos, como los funcionarios que
deben velar por los trabajadores que se trasladan indefensos en trenes de más
de media centuria de uso, sin reparaciones, sin el menor atisbo de confort,
tengan que tragar ahora el remanido y burlón argumento de la “falla humana”.
Ya se está advirtiendo que con mentiras piadosas no se
calman las ciegas muchedumbres tantas veces burladas, que se la toman con los
bienes del pueblo en un arranque de furia, como ocurrió en Once. Temperamento
que se explica pero no se aprueba, porque allí también se queman los esfuerzos
de la clase trabajadora.
Cuando las muchedumbres son sometidas a tan fuertes
presiones, estallan de indignación, no se frenan con la amenaza de las bien
conocidas listas de datos donde seguramente no figuran los ñoquis, ni los
delincuentes de blancos guantes, ni los que de la noche a la mañana aparecen
con departamentos que cuestan millones en Puerto Madero, ni los traficantes de
influencias o de estupefacientes, ni los políticos con yates, autos de alta
gama suntuosos y exclusivos. Esos no viajan en trenes atestados que hace
décadas no se reparan ni mejoran. Las vacas que mandadn al matadero viajan con
mayor confort y espacio.
Que los que ahora hacen silencio bajen de sus nubes
rosadas y prueben por primera vez en sus vidas viajar como viaja Juan Pueblo.
Esto de querer instalar el “pensamiento único”, aborrecer
a los que no pensamos igual, eternizarse en el poder como el inefable Menem
para seguir entregando el país, va directamente a las dictaduras de balcón o,
si la quieren más clara, al fascismo. Y de eso ya tuvimos experiencia, no tanto
por caer en años bisiestos, sino por caer en manos de los Cirigliano, esos que
ahora han descubierto la "falla humana", de paso esconden a la
patronal.
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