Por Susana Dillon
El hecho de que las mujeres físicamente somos menos fuertes que el hombre, dio pié desde los albores de la humanidad, a ser tomada como una "cosa" del hombre, lo mismo que su caballo, sus muebles o sus tierras. El hombre de las cavernas fue representado como una especie de bestia que se hacía obedecer por medio del garrote o llevando a su compañera a la rastra, agarrado de su larga cabellera, rumbo a la cueva para gozar sexualmente de ella. El conservarla, era el problema, porque como las mujeres escaseaban, siempre había otro necesitado que se la apropiaba, también a los palos. Parece que este drama duró millones de años, hasta que al más progresista se le ocurrió inventar las leyes, que según los libros antiguos, Dios les entregó a los hombres. Tales leyes tampoco les gustaron a los progresistas, porque a menudo volvieron a las andadas. A los años de pelear, inventaron el confesionario, donde descargan sus culpas, así comienzan de nuevo y otra vez en la misma. Lo de abastecerse de mujeres, fuera de la ley, ha llegado hasta nuestros civilizados días. La historia de la prostitución es la historia de la humanidad. El hombre más fuerte o sea el más poderoso sigue con la ley prepotente, lo vemos a diario en la prensa o en la T.V. Ahora han puesto de moda, ya no el garrote, sino que las riegan con combustible y les tiran un fósforo.
La mujer sigue siendo menos fuerte que el hombre (en su musculatura) pero ha desarrollado otras potencias: es mas aguantadora, por eso aventaja a los hombres en vivir más, para colmo según estadísticas en casos de infidelidad, los hombres engañan mas, ahora, las mujeres, engañan mejor.
Además y por ser más tenaz y aguantadora, los hombres ignoran que la mujer ha elaborado, y perfeccionado la astucia, esa inteligencia disimulada en los detalles.
Con su refinada astucia inventó sistemas de seducción en defensa de sus intereses, inventó estratagemas y tácticas para amansar a la bestia y tenerla entretenida, el camuflaje se impuso: no hay nada más peligroso para los hombres machistas que una mujer con expresión de tonta, que los halague y pondere. Su vanidad es más poderosa aún que su fuerza bruta. Por eso las doñas tienen gran habilidad para disimular su inteligencia. La mujer inteligente, con los varones, tiene mala prensa, tiene que disimularla y poner cara de boba. Así Wanda Nara pescó su candidato.
Otra diferencia que es importante, tanto el hombre como la mujer tienen marcados instintos: en el hombre, el más fuerte es el instinto sexual, en la mujer es el instinto protector de sus hijos: quiere tenerlos aunque sea poniendo su vida en juego cuando madre, la vida de sus hijos está por encima de la suya.
Al hombre lo satisface todo aquello que excite su lívido, por eso sucumbe ante la idea o las imágenes que lo exciten, de allí que se exponga a perder muchas veces su mundo de los afectos, arriesga lo seguro por lo probable o lo que haya producido materialmente. Por seguir siendo el macho de la majada. Su ego es más fuerte que sus sentimientos, su instinto prevalece sobre su razón.
En todo esto tiene mucho que ver el uso y abuso de las imágenes, en especial la televisión, producto de la técnica para dirigirle la atención a hombres y mujeres para incentivar el consumo que con éxito y sin ninguna vergüenza a la mujer se la exhibe hasta degradarla. En espectáculos procaces y escandalosos como los que ha impuesto Tinelli, donde con el señuelo de ayuda a necesitados, enfermos y pobres de solemnidad ha inventado juegos, bailes y otras atracciones remojados en chismes escatológicos y espectáculos pornográficos que en el pasado solo se daban en prostíbulos, ahora los ve toda la familia, producidos por Tinelli que está haciendo el papel del gran cafisho. Promocionando una manera original de que la trata entre a los hogares.
Allí van padres a llevar a sus hijos menores a ver lo que hacen las mayorcitas con el caño y los bailes donde se perrea y se manosea a las chicas que se dejan babosear por el éxito, no importa a qué precio... Y los parientes aplauden y se sienten orgullosos de que sus hijas mansamente entren en el negocio de la "trata".
Y no me vengan que con que son espectáculos con fines benéficos, donde son exhibidos los instintos que degradan la moral y la decencia, junto a esas chicas bonitas, que tienen que poner cara de bobas calentonas para entrar a ponerles precio a las siliconas.