domingo, 24 de enero de 2010

Más slots y más miseria


Por Susana Dillon

Como si este verano no tuviéramos más alternativas que gozar del clima, o la pelotera política de quitar y poner altos funcionarios, las roscas de las chicas botineras versus las damas del caño, la aparición circense de un millonario que se pinta los músculos y baila como escuerzo, los accidentes viales por gente alcoholizada en su mayoría, ahora amenazan en recrudecer el arribo de más slots, o máquinas tragamonedas, o sesa la nueva fábrica de pobres en que están empeñados nuestros inefables hombres públicos que siguen, intrépidamente con imponer más de esa lacra social. Y resulta que todo lo que se diga, estudie y las estadísticas sobre el tema les caen en saco roto, por lo que podemos pensar que debe existir otra causa secreta y no las que se invocan para insistir de esta manera.
La población ya ha ido dando muestras inequívocas de haberse sumido en los resultados de la instalación de los juegos de azar: las tragamonedas, una versión modernizada de las fábricas de pobres que junto a los jefes y jefas de hogar seguirán vigentes en esto de vivir votando sin alegrarnos por los resultados.
Entonces, desde los medios de comunicación, avisos de orden oficial a toda hora   piden que juguemos por los enormes beneficios que nos reportan a los ciudadanos y por todos los costados nos pican en  la cabeza con el slogan de lo bien que nos va a ir si jugamos como descosidos beneficiando así a los necesitados que por fin se verán en la abundancia.
Esto de vender ilusiones de futra fortuna, no con el trabajo sino con el vicio del juego y acentúo la vieja expresión que no cambio por la almibarada de enfermedad, me parece una bofetada a la ingenuidad que se supone todavía tenemos en algún rincón del alma: Creer que el juego nos va a salvar de la mishiadura es prenderle velas a Lucifer.
Las slots fueron impuestas y gestionadas por el intendente Cantero en un arranque de amor al prójimo, donde resultó evidente que los grandes ganadores del evento fueron los empresarios que se quedan, como todo el mundo sabe, con la parte del león.
Y acá viene el momento de entrar en dudas sobre eso de traer más slots contra viento y marea, en llevar a cabo su relocalización, y si una no es mal pensada, una peca de infeliz.
Si semejante negocio  con Casino a todo vapor, hotel 5 estrellas, guardacoches con seguridad, vista a los azudes y  barquichuelos navegando al amor del viento, como promocionaba en su obra inmortal el ingeniero Cantero, creador espiritual de tanta maravilla, no dio para un suculento pase de cometa, que me entierren en urna blanca como a los angelitos.
A pesar de la postura valiente de nuestra alcaldesa reemplazante, doña Lucía Aliberto de quererles parar la chata a los que siguen entusiastas en la iniciativa más digna de fulleros y timberos recalcitrantes que de impolutos hombres públicos, a los que les importa un rábano si el pueblo paga las consecuencias.
Esta gente tan insistente no ha sacado las cuentas de cuantos ludópatas se han encontrado en nuestro medio y el apoyo que nuestro Gobernador le da a la iniciativa de más máquinas tragamonedas con un entusiasmo digno de mejor causa, insiste en colocarnos el salvavidas de plomo.
Claro que tiene razón doña Lucía Aliberto de cargarnos con el calificativo de “discriminados” ya que aquí y desde hace rato se nos viene castigando con medidas que la población padece: mayores impuestos, instalación de fábrica de pobres que son las limosnas a los indigentes con vistas al próximo acto eleccionario, ya tenemos más puentes que Venecia, pero a cada aguacero fuerte hay quien  queda con el agua al cuello, a lo que hay que agregar la construcción de una nueva cárcel, que no estaría del todo mal, sino fuera que a ella van a parar los más pobres, los más ignorantes y los más morochos porque a los cabezones del caso Dalmasso, a esos… no los vamos a ver allí instalados por lo que se merecen, junto con los que se prenden de las ya consabidas y consagradas cometas.
¿Y a los que se quedan con la parte del león, adonde los mandamos?

martes, 19 de enero de 2010

Eros se nos ha ido. ¿quién enamorará ahora a las mujeres?

Por Susana Dillon


Sandro luchó como un titán para conservar la vida, pero ni las oraciones de sus millones de enamoradas, lograron vencer a la Parca, la ministra esa de la guadaña que no la quieren en ninguna parte.
En cambio al Gitano todos lo quisieron, hasta los hombres que toleraron que sus esposas suspiraran por él, cantaran sus canciones, y sacudieran el esqueleto al son de endiablados rocks que decían a las claras que sus muchachas estaban pensando en bailar en los brazos del saátiro, o sea, que en la imaginación, les metían los cuernos.


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Los griegos antiguos vivieron y actuaron en forma muy complicada, porque complicada fue su religión, donde así como acá brotaba la soja  de todas partes, allá brotaron los dioses. Los hubo mayores y menores, generosos y miserables, curdas y sensatos, guerreros y pacíficos, brutos y delicados, hombres, mujeres, niños y ancianos, heréticos y estéticos. Pero parece que según la antigua literatura de las diosas que tramitaron los expedientes en cuestiones de provocar al amor para que los humanos tuvieran en qué entretenerse, fue la bolilla que faltó en complicaciones.Venus fue la más bella y consentida diosa de todo aquel abundantísimo pateón. Tuvo sus asuntos con Apolo, el tipo más canchero, pintón y suertudo de los barones del elenco, condensó todas las aspiraciones de las féminas que poblaron el Olimpo, un monte donde se amontonaron todas las tormentas sentimentales de seres divinos entreverados con los humanos.
Pero para que es el argumento resultara lo más infernal posible, por aquellos pagos andaba un angelito, regordete y risueño que volaba desnudito haciendo lo que más le gustaba: tirar flechitas que iban a dar en el blanco de inquietos corazones de aquella patota divina que a menudo se entreverada con la gente común (no olvidarse que en esa tierra se inventó la democracia)
Era cosa de ver, cómo silbaban las flechas entre los que se miraban gozosamente y con ganas de tener lo que los gringos dicen un “puntamento” o para ser más claros, aquello que conducía a una cita de amor que los hiciera delirar de felicidad al menos por un ratito.
Aclaremos que el angelito atrevido se llamó Cupido o también Eros que con ser tan chiquitito inventó el amor… Ese loco sentimiento que provocó guerras, raptos, persecutas, trifulcas, robos de minas inquietas y otras actividades que por falta de tiempo no me pondré a pormenorizar, pero como consecuencia hizo crecer a la jodida y maltrecha humanidad.
Por los bosques de Grecia anduvieron los dioses recibiendo flechazos de Eros que se ensañaba haciendo alborotar las hormonas de los sátiros, tipos con piernas de carneros y expresión calenturienta que corrían tras las ninfas, bellas damiselas, eternamente gozadas por estos depravados pero que quedaban siempre vírgenes, lo cual exitaba aún más a los que miraban con intenciones aviesas e incendiarias.
¿Qué dónde queremos ir a parar?. Como siempre, al presente:
En tiempos modernos, caídos ya en la bancarrota todo el Olimpo y su gente divina, la naturaleza humana creó un sátiro que tenía todas las características de Eros o Cupido, y de allí al erotismo no hay más que un paso. Nació vaya a saber por qué conjunciones planetarias un muchacho saltarín, cantor apasionado, de mirada incitante y trucha generosa en besos que sintetizó lo que todo varón tiene que afrontar en cuanto a las aspiraciones de cuanta mina insatisfecha anda soñando despierta, empezando por las  latinoamericanas de Centro-América que declararon sin ningún tapujo “ que el aguerrido argentino era la representación del coito sobre el escenario”.
Así, envuelto en ese pacachín anduvo nuestro Sandro haciendo roncha sobre el continente.
Pude ver en la Quinta Avenida de Guatemala, un Sandro gigantesco frente a las marquesinas de un cine importante pintado con sonrisa y ojos insinuantes, desparramando hormonas y prometiendo todo lo que les podía dar a las cálidas damas de aquellas tierras de volcanes, (años 70 u 80)
Fue un descubrir a todo un dios que hizo delirar a un mundo de mujeres enamoradas del amor, que no encontraron “en sus hombres” la pasión que advertían en el Gitano a través de sus gestos, sus caderas y lo que prometían la sensualidad de sus labios.
Sandro fue el varón que ocupó los brazos, el cuello, los párpados, lo más íntimo, si se quiere con los inflamados besos que el que te dije se pasó de largo en el momento en que los dioses decretaron “que se amen”, se hicieron los zotas, como los gorrioncitos.
Sandro vino a rellenar el espacio vacío, la falta de ternura, esa necesidad femenina de sentirnos amadas y deseadas y aunque fuera, de vez en cuando “comprendidas” ¡si lo sabrán las nenas!
¿No habrá sido Sandro la reencarnación de Eros?

miércoles, 6 de enero de 2010

Los Cronistas Del Incario





 Un imperio tan consolidado como el inca, necesariamente tenía un sistema de información que aún hoy asombra por lo original y eficiente. No tenían escritura, pero los quipus, cuerdas de algodón coloreadas y anudadas eran un método mnemotécnico de llevar contabilidades y relatar noticias escuetas por códigos. También las grecas y dibujos de las vasijas cerámicas tenían un mensaje. Esta labor era desarrollada principalmente por mujeres. Pero lo que llamó la atención de los europeos fue todo un sistema de chasquis que recorría rutas ya estipuladas, a veces de miles de kilómetros, como el camino de Cuzco a Quito (2000 km), que era recorrido en seis días con mensajeros de relevo. Los encargados de este delicado trabajo, o mejor misión, eran jóvenes atletas aptos para la carrera y para todo esfuerzo físico, que debían relevarse cada media legua y en cada relevo ya estaba un indio descansando para reanudar la posta.  Buenos corredores, aún hoy asombra su promedio, contando que a pesar de tener camino debían sortear ríos y montañas de gran altura, además de las inclemencias del clima, llevando el mensaje secreto para servir a su reino. El chasqui llevaba un látigo y una porra para defenderse en una mano, en la otra, en una bolsita, los quipus abrigado con un grueso poncho , a la distancia hacía sonar un caracol para alertar al que lo esperaba para el relevo en el TAMPUS, especie de abrigo donde encontraba cama y comida. Los españoles siguieron usando este sistema de comunicación durante doscientos años.

Para un cronista los dioses no eran tales
         Con un sistema tan perfeccionado como el de los chasquis era lógico que el Inca se enterase del arribo de gente extraña por las costas del Pacífico y mandó a sus cronistas para que observaran detenidamente todo lo que los extraños hacían. Las noticias enviadas por los curacas de la costa advertían de que aquellos seres pálidos, barbados y con armas mortíferas, que montaban extraños animales y que usaban vestimenta de hierro para la guerra hizo que pensaran que era realmente los Viracochas los recién llegados.
         Atahualpa, que había desatado una cruenta guerra civil contra su hermano y heredero del trono, Huáscar, tenía para estos menesteres todo un equipo de informantes.  Mandó pues a uno de los más capacitados para que observara los movimientos de los dioses que habían venido del mar.
            El indio, disfrazado de vendedor de pacaes, entró en el poblado fundado recientemente por los extranjeros sobre una aldea nativa. Se admiró pues  grandemente cuando el herrero Juan de Salinas, hombre de confianza de los Pizarro  - ablandaba y torcía por la acción del fuego metales tan rudos como el hierro, a su capricho – quedó fascinado cuando el barbero Francisco López rasuraba las terribles barbas de sus compañeros, rejuveneciendo en un instante los rostros y que el domador Hernán Sánchez Morillo gobernaba las terribles bestias a su antojo.  Por otra parte descubrió que los caballos no comían carne sino hierba,   que los perros de guerra no comían hierba sino carne, casi siempre de indios y el mayor hallazgo, que los españoles no eran dioses sino hombres... Los descubrió cuando los vio hacer sus necesidades en una improvista letrina. La elemental sabiduría del presunto salvaje: el hombre blanco, como a los patos criollos se los conoce por su bosta. Nada pues de tenerlos en los altares. Así lo comprendió Atahualpa.
            Aquellas  noticias se debieron enviar por quipus y resulta oportuno recordar que en la comunicación entraba primordialmente la memoria.  Previamente se hacía una selección de lo que se debía transmitir, luego se los memorizaba con la ayuda de los cordeles anudados y luego, cuando convenía al soberano, tales noticias se pasaban  a los trovadores que  las difundían, de lo que se infiere que hubo datos que no se daban al público, ni los codificaba la historia. Hubo incas que ejercieron la censura en forma tan despiadada como lo hicieron luego los dictadores que padeció la América de este siglo. Pachacutec, en 1438 dio muestras de manejar la táctica de borrar el pasado que no le convenía.



Bibliografía:
José Antonio del Busto. “La conquista del Perú”
Víctor Von Hage. “Incas”.
Gary Jennings. “Azteca”.